24/12/2015, 00:23
Entre tanto barullo, las miradas eran infranqueables. Los civiles habían sido testigos de como los experimentados guerreros solucionar una ardua tarea en un abrir y cerrar de ojos, pero el asunto ahora era algo diferente. El que había salvado el momento, se estaba convirtiendo ahora en el malo de la película, por irónico que pudiese parecer. Realmente no era para menos, pues ahora mismo tenía todas las intenciones de quitarle la vida a una persona indefensa, cual único crimen había sido intentar sacar tajada de un extranjero.
El viajero que pedía comer, se contuvo sentado en su taburete, esperando quizás aún recibir su pedido. Juro por contra, se reafirmaba en su decisión. No quería tener sobre su consciencia esas muertes, y no tardó en plasmarlo con palabras. No quería aceptar que había hecho un trato con el mismo diablo, aunque éste pobre diablo tenía unos oídos finos únicamente para sus propios intereses.
Las palabras del chico no le decepcionaron, en cierta medida ya esperaba esa reacción. Lo que sí que fue una sorpresa fue su suplica de que parase, de que debía pensar en lo pobre y desgraciadas que podrían ser los familiares de esas dos víctimas. Realmente estaba en lo cierto...
—Si... tienes razón Juro, pero ahora mismo no se quienes son. Ya los llevaré por el mismo camino mas tarde... sus familiares se reunirán con ellos en cuanto me sea posible.—
Quizás no era la respuesta que se pudiese desear ante tal observación, pero era la única verdad que reinaba en el corazón del Senju. Tarde o temprano sus familiares seguirían el camino de esas dos víctimas, fuere por sus propias manos o por cosa del destino.
Las personas a su alrededor se cerraban cada vez mas sobre el lugar del suceso, y el grupo de supervivientes aprovechó para intentar evadir el mismo destino que la chica. Se intentaron fugar en un momento que parecía contener descuido, pero fueron neutralizados con extrema eficacia en el intento. Antes de que pudieran dar un grito, cada uno de ellos fue abordado por un guerrero del señor feudal. Evidentemente, la guardia de la ciudadela había reaccionado.
Dos mas de esos guerreros se posicionaron cual disparos tras el albino. Uno le apartó sin cuidado, y el otro agarró a la chica, de la cuál jaló y forzó llevando ambas manos tras la espalda. No tardó en atarle las manos, así como en apartarla del chico de cabellera blanca.
Vestido con prendas de tonos marrones, una armadura metálica, casco del mismo material, y una espada, los guardias apenas se dignaron en agradecer la "paz" que éste trío de maleantes habían traído con sus acciones. La mirada del albino delataba su claro en fado, mas éste no era tan tonto como para meterse en un jaleo de mas magnitud, al menos no por el momento... ya llegaría el día en que realmente fuese diestro con el arte del asesinato.
—Chico, ésta mujer será encerrada como el resto de su pandilla. Llevábamos tiempo buscándola, por numerosos crímenes. Nos habéis ahorrado un buen trabajo, se trata de una criminal realmente escurridiza.— Pronunció el soldado que quedó a su lado.
El Senju lo miró con desdén, su diversión había acabado. Volvió la vista hacia sus "asociados", y de nuevo devolvió la vista al soldado.
—Y... ¿Ya está?— Preguntó con descaro. —¿No hay ninguna recompensa...? ¿Ni nada por el estilo? Si la estabais buscando, seguro que hay un mérito mas que simples palabras, ¿no?—
—Chico. Mide tus palabras.—
—Tsk...—
Sin mas que añadir, pues las palabras ya sobraban, el chico pasó de largo ante el soldado, mostrando un claro desprecio. El soldado sin embargo no hizo por prestarle demasiada atención, quizás pensaba en la cuantiosa y resonante recompensa que iba a recibir a costa de otro... o meramente se dedicaba a darle vueltas al asunto de los dos cadáveres que tenía en el suelo frente a él.
Fuere como fuere, el albino tenía claro que debía continuar a lo suyo. Quizás era hora de cambiar de harapos, pues sus prendas estaban destrozadas. Su dirección de paso venía a medias del sitio en que el chico que quería comer se encontraba, y la posición de Juro. Si ninguno hacía por pararlo o darle palabra, éste seguiría su rumbo hacia la calle mas habitada, buscando que en ésta hubiese alguna tienda de ropa.
El viajero que pedía comer, se contuvo sentado en su taburete, esperando quizás aún recibir su pedido. Juro por contra, se reafirmaba en su decisión. No quería tener sobre su consciencia esas muertes, y no tardó en plasmarlo con palabras. No quería aceptar que había hecho un trato con el mismo diablo, aunque éste pobre diablo tenía unos oídos finos únicamente para sus propios intereses.
Las palabras del chico no le decepcionaron, en cierta medida ya esperaba esa reacción. Lo que sí que fue una sorpresa fue su suplica de que parase, de que debía pensar en lo pobre y desgraciadas que podrían ser los familiares de esas dos víctimas. Realmente estaba en lo cierto...
—Si... tienes razón Juro, pero ahora mismo no se quienes son. Ya los llevaré por el mismo camino mas tarde... sus familiares se reunirán con ellos en cuanto me sea posible.—
Quizás no era la respuesta que se pudiese desear ante tal observación, pero era la única verdad que reinaba en el corazón del Senju. Tarde o temprano sus familiares seguirían el camino de esas dos víctimas, fuere por sus propias manos o por cosa del destino.
Las personas a su alrededor se cerraban cada vez mas sobre el lugar del suceso, y el grupo de supervivientes aprovechó para intentar evadir el mismo destino que la chica. Se intentaron fugar en un momento que parecía contener descuido, pero fueron neutralizados con extrema eficacia en el intento. Antes de que pudieran dar un grito, cada uno de ellos fue abordado por un guerrero del señor feudal. Evidentemente, la guardia de la ciudadela había reaccionado.
Dos mas de esos guerreros se posicionaron cual disparos tras el albino. Uno le apartó sin cuidado, y el otro agarró a la chica, de la cuál jaló y forzó llevando ambas manos tras la espalda. No tardó en atarle las manos, así como en apartarla del chico de cabellera blanca.
Vestido con prendas de tonos marrones, una armadura metálica, casco del mismo material, y una espada, los guardias apenas se dignaron en agradecer la "paz" que éste trío de maleantes habían traído con sus acciones. La mirada del albino delataba su claro en fado, mas éste no era tan tonto como para meterse en un jaleo de mas magnitud, al menos no por el momento... ya llegaría el día en que realmente fuese diestro con el arte del asesinato.
—Chico, ésta mujer será encerrada como el resto de su pandilla. Llevábamos tiempo buscándola, por numerosos crímenes. Nos habéis ahorrado un buen trabajo, se trata de una criminal realmente escurridiza.— Pronunció el soldado que quedó a su lado.
El Senju lo miró con desdén, su diversión había acabado. Volvió la vista hacia sus "asociados", y de nuevo devolvió la vista al soldado.
—Y... ¿Ya está?— Preguntó con descaro. —¿No hay ninguna recompensa...? ¿Ni nada por el estilo? Si la estabais buscando, seguro que hay un mérito mas que simples palabras, ¿no?—
—Chico. Mide tus palabras.—
—Tsk...—
Sin mas que añadir, pues las palabras ya sobraban, el chico pasó de largo ante el soldado, mostrando un claro desprecio. El soldado sin embargo no hizo por prestarle demasiada atención, quizás pensaba en la cuantiosa y resonante recompensa que iba a recibir a costa de otro... o meramente se dedicaba a darle vueltas al asunto de los dos cadáveres que tenía en el suelo frente a él.
Fuere como fuere, el albino tenía claro que debía continuar a lo suyo. Quizás era hora de cambiar de harapos, pues sus prendas estaban destrozadas. Su dirección de paso venía a medias del sitio en que el chico que quería comer se encontraba, y la posición de Juro. Si ninguno hacía por pararlo o darle palabra, éste seguiría su rumbo hacia la calle mas habitada, buscando que en ésta hubiese alguna tienda de ropa.