25/04/2020, 21:33
La luna menguante se alzaba en lo alto del cielo nocturno para cuando Ayame regresó a Nishinoya. Aún con los ojos enrojecidos de llorar, fue un crujido bajo su pie nada más entrar en su cuarto lo que la sobresaltó: un papel, doblado con sumo esmero. Ella cerró la puerta tras de sí y ladeó la cabeza, desganada pero al mismo intrigada. ¿Quién le había dejado una nota a aquellas horas? Se agachó, pero cuando fue a cogerla, un sinfín de cuadraditos de papel, de forma cuadrada y no más largos que sus dedos, cayeron de entre sus pliegues.
—¡¿Pero qué es esto?! —exclamó, alarmada.
Pero, antes de ponerse a recoger, desdobló la nota. Estaba escrita con una letra que identificó de inmediato, de trazo firme y más bien soso, pero perfectamente legible. Y sintió la ira bullir en su pecho. Era una nota de Aotsuki Kōri:
Sí, por supuesto que lo sabía. Aquellos papeles eran fabricados a partir de unos árboles especiales nativos del País del Bosque y que crecían absorbiendo el chakra del ambiente, nutriéndose de él. Ellos los habían utilizado durante los primeros años de Academia para descubrir sus naturalezas de chakra. ¿A qué venía ahora con aquello?
...y sé muy bien que te desenvuelves a la perfección con el Suiton. Pero creo que es buena idea que desarrollaras tu segundo elemento. Eres una kunoichi inteligente, sé que puedes hacerlo.
PD. Hablemos con el Gentōshin a medianoche. Tú y yo. A solas.
Kōri
«Tan escueto como siempre.» Pensó Ayame, torciendo el gesto.
Y se quedó allí plantada, con la nota en una mano y sus ojos mirando sin ver. Después de todo lo que había ocurrido durante aquel día, sintió verdaderas tentaciones de no acudir a la llamada, de dejarle plantado con el Gentōshin. Pasados algunos segundos, apartó aquellos pensamientos a un lado y terminó apretando las mandíbulas y se arrodilló para recoger todos los papelitos caídos. Ella ya sabía cómo funcionaban, sabía lo que tenía que hacer con ellos, ¿para qué iba a hablar con su hermano? De hecho, ¿iba a utilizarlos siquiera? Él mismo lo había dicho: ¡Ella era El Agua! ¿Para qué iba a despertar un segundo elemento?
¡Por ella se podían ir todos al cuerno!
—¡¿Pero qué es esto?! —exclamó, alarmada.
Pero, antes de ponerse a recoger, desdobló la nota. Estaba escrita con una letra que identificó de inmediato, de trazo firme y más bien soso, pero perfectamente legible. Y sintió la ira bullir en su pecho. Era una nota de Aotsuki Kōri:
Hermana:
Lo que tienes frente a ti son papeles de inducción de chakra. Estoy seguro de que sabes lo que son...
Lo que tienes frente a ti son papeles de inducción de chakra. Estoy seguro de que sabes lo que son...
Sí, por supuesto que lo sabía. Aquellos papeles eran fabricados a partir de unos árboles especiales nativos del País del Bosque y que crecían absorbiendo el chakra del ambiente, nutriéndose de él. Ellos los habían utilizado durante los primeros años de Academia para descubrir sus naturalezas de chakra. ¿A qué venía ahora con aquello?
...y sé muy bien que te desenvuelves a la perfección con el Suiton. Pero creo que es buena idea que desarrollaras tu segundo elemento. Eres una kunoichi inteligente, sé que puedes hacerlo.
PD. Hablemos con el Gentōshin a medianoche. Tú y yo. A solas.
Kōri
«Tan escueto como siempre.» Pensó Ayame, torciendo el gesto.
Y se quedó allí plantada, con la nota en una mano y sus ojos mirando sin ver. Después de todo lo que había ocurrido durante aquel día, sintió verdaderas tentaciones de no acudir a la llamada, de dejarle plantado con el Gentōshin. Pasados algunos segundos, apartó aquellos pensamientos a un lado y terminó apretando las mandíbulas y se arrodilló para recoger todos los papelitos caídos. Ella ya sabía cómo funcionaban, sabía lo que tenía que hacer con ellos, ¿para qué iba a hablar con su hermano? De hecho, ¿iba a utilizarlos siquiera? Él mismo lo había dicho: ¡Ella era El Agua! ¿Para qué iba a despertar un segundo elemento?
¡Por ella se podían ir todos al cuerno!