1/05/2020, 15:22
La madruga siempre le había parecido una hora mágica, hacia frio y todo el mundo estaba durmiendo: era la tanta paz. Hacía mucho que no se levantaba a aquellas horas, pero la misión que le habían asignado así lo requería. Se tomó un tazón humeante de avena, cogió un pequeño saco de mandarinas para el viaje y alisto todo lo que necesitaría.
«Pronto habrá luna llena, y será buen tiempo para plantar un limonero», pensó con ánimo mientras el astro flotaba en el cielo un panecillo a medio comer.
Para cuando su caminata le llevo hasta la puerta, allí estaba esperándole su compañera de misión.
—Buenos días, Ranko-san —saludo con su habitual cortesía sosegada—. Parece que aquí vamos de nuevo, juntos en una misión.
Luego de saludar y de confirmar su marcha a una misión con quienes vigilaban las puertas, el peliblanco propondría el siguiente paso:
—Deberíamos ponernos en marcha, ¿Sabes hacia donde queda…? —tomo el boleto y reviso de nuevo aquella palabra que tan extraña se le hacía—. El… Tren.
Si Ranko conocía la dirección de la estación, solo era cuestión de que se pusiera en marcha para que el peliblanco le siguiese.
«Pronto habrá luna llena, y será buen tiempo para plantar un limonero», pensó con ánimo mientras el astro flotaba en el cielo un panecillo a medio comer.
Para cuando su caminata le llevo hasta la puerta, allí estaba esperándole su compañera de misión.
—Buenos días, Ranko-san —saludo con su habitual cortesía sosegada—. Parece que aquí vamos de nuevo, juntos en una misión.
Luego de saludar y de confirmar su marcha a una misión con quienes vigilaban las puertas, el peliblanco propondría el siguiente paso:
—Deberíamos ponernos en marcha, ¿Sabes hacia donde queda…? —tomo el boleto y reviso de nuevo aquella palabra que tan extraña se le hacía—. El… Tren.
Si Ranko conocía la dirección de la estación, solo era cuestión de que se pusiera en marcha para que el peliblanco le siguiese.