El Lobo y El Tigre

Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.

El Lobo y El Tigre

Tsukiyama Daigo Sin conexión

Genin de Kusa
Ninjas de Kusa

Nivel: 21
Exp: 58 puntos
Dinero: 800 ryōs

· Fue 40

· Pod 40

· Res 40

· Int 40

· Agu 40

· Car 70

· Agi 20

· Vol 90

· Des 50

· Per 50

#13

9/05/2020, 01:10 (Última modificación: 9/05/2020, 01:11 por Tsukiyama Daigo.)

Daigo pudo ver con algo de miedo y emoción como Roga rodeaba su pierna de una gran cantidad de electricidad.

«¡VAMOS!» Eso fue justo la motivación que necesitaba para activar su técnica.

Rodeado de una enorme cantidad de chakra, el boxeador se preparó para defenderse de... nada, pues Rōga detuvo su ataque incluso antes de que fuera lanzado.

«¡Maldia sea, King-san!» lo entendía. A él tampoco le gustaba dañar a los demás, pero aún así se sentía algo frustrado. Aún así...

Su sonrisa se ensanchó. Era una sonrisa sincera.

—No te preocupes, King-san —le dijo—, pero defiéndete. Solo puedo mantener esto un rato.

A pesar de que se había excedido solo con usar aquella técnica, Daigo tuvo la fuerza suficiente para saltar mucho más velozmente de lo que usualmente lo hacía, yendo como una bala hacia su rival para agarrarlo del hombro y de un costado con mucha más fuerza de la que hacía apenas unos instantes.

Si lo alcanzaba, giraría sobre sí mismo apenas hacerlo para lanzarlo directamente hacia el suelo. En realidad no buscaba hacerle daño real con aquello —más allá del que causa estrellarse contra el suelo a gran velocidad, claro—, pero luego de ese pequeño bajón, era su manera de volver a despertar a su rival.

—¡VAMOS, KING-SAN!