11/05/2020, 16:46
La bala de cañón impactó contra el cuerpo de Eri y volvió a hacerla atravesar la capa de niebla para devolverla contra el suelo.
«Es hora de terminar con esto.» Se dijo Ayame, entrelazando las manos en el sello del Tigre.
Desde su posición no podía verlo, pero Eri debía haber caído al suelo junto a la bala de agua, que se habría desparramado por debajo de ella al impactar. Y la kunoichi pensaba aprovechar esa situación: desde aquel mismo charco de agua, bajo el cuerpo de la Uzumaki, surgió repentinamente un taladro de agua que buscó terminar con el combate de una vez por todas.
Pero al mismo tiempo dos criaturas surgieron de la misma niebla que Ayame había estado utilizando de pantalla entre ambas y que se había vuelto inesperadamente en su contra: dos panteras negras envueltas en rayos se abalanzaron sobre ella, y Ayame batió sus alas con desesperación para evitarlas. La primera pasó a escasos centímetros de ella, pero no pudo hacer nada por la segunda, que la atrapó entre sus fauces y garras. Ayame gritó de dolor al sentir la electricidad clavando sus colmillos en ella. Las alas se deshicieron inevitablemente tras su espalda, y la muchacha se vio atrapada por la gravedad y también atravesó la capa de niebla hacia el suelo.
Dos personas en la grada de Amegakure se alzaron en sus asientos, visiblemente preocupadas.
«Maldito... Raiton...» Maldijo Ayame para sus adentros, reincorporándose a duras penas, entre continuos escalofríos.
Pero... ¿qué había sido de Eri? ¿Había conseguido acabar con el combate? Entre esforzados resuellos, Ayame volvió a cantar para verla mientras una renovada capa de chakra blanquecino la envolvía como una capa protectora, y se preparó para lo que podría venir.
«Es hora de terminar con esto.» Se dijo Ayame, entrelazando las manos en el sello del Tigre.
Desde su posición no podía verlo, pero Eri debía haber caído al suelo junto a la bala de agua, que se habría desparramado por debajo de ella al impactar. Y la kunoichi pensaba aprovechar esa situación: desde aquel mismo charco de agua, bajo el cuerpo de la Uzumaki, surgió repentinamente un taladro de agua que buscó terminar con el combate de una vez por todas.
Pero al mismo tiempo dos criaturas surgieron de la misma niebla que Ayame había estado utilizando de pantalla entre ambas y que se había vuelto inesperadamente en su contra: dos panteras negras envueltas en rayos se abalanzaron sobre ella, y Ayame batió sus alas con desesperación para evitarlas. La primera pasó a escasos centímetros de ella, pero no pudo hacer nada por la segunda, que la atrapó entre sus fauces y garras. Ayame gritó de dolor al sentir la electricidad clavando sus colmillos en ella. Las alas se deshicieron inevitablemente tras su espalda, y la muchacha se vio atrapada por la gravedad y también atravesó la capa de niebla hacia el suelo.
Dos personas en la grada de Amegakure se alzaron en sus asientos, visiblemente preocupadas.
«Maldito... Raiton...» Maldijo Ayame para sus adentros, reincorporándose a duras penas, entre continuos escalofríos.
Pero... ¿qué había sido de Eri? ¿Había conseguido acabar con el combate? Entre esforzados resuellos, Ayame volvió a cantar para verla mientras una renovada capa de chakra blanquecino la envolvía como una capa protectora, y se preparó para lo que podría venir.