5/06/2020, 21:11
— Adelante. — oiría desde el otro lado de la puerta.
En cuanto abriese vería una habitación más bien pequeña y de estilo muy tradicional. De hecho, más que un despacho parecía un pasillo que iba directamente a la mesa baja que tenía enfrente. Tras ella se sentaba un anciano. Al contrario que Shiten o que el propio Kenzou, en paz descanse, a este anciano le pesaban los años como losas.
Tenía más arrugas que rostro y que pelo y aún así, tenía una mirada serena e inteligente. Vestía un kimono verde oliva y estaba revisando papeles sentado sobre un cojín. A su lado tenía un buen montón de documentos y sobre la mesa un montón mucho más pequeño, que serían los que ya había leído. Alzó la mirada a Yota.
— Oh, eres tú, muchacho. Te estaba esperando. Sientate. Hablemos. — su voz era tan serena como su mirada, daba la impresión de saber más de lo que aparentaba.
Pero su cuerpo, por lo menos en apariencia, era débil y flácido. La parte de arriba de la cabeza estaba totalmente vacia de pelo, apenas le quedaba una aureola en los laterales de pelo canoso. Sin embargo, tenía unas cejas pobladas y de un color más plateado que blanco. Su nariz era chata y la barbilla pronunciada. Le colgaba casi un dedo de piel en todas partes, fruto de la vejez.
Sacó una mano de debajo del kimono para señalarle con sus dedos huesudos los cojines que había enfrente de la mesa, al lado contrario donde estaba él, delante de Yota.
En cuanto abriese vería una habitación más bien pequeña y de estilo muy tradicional. De hecho, más que un despacho parecía un pasillo que iba directamente a la mesa baja que tenía enfrente. Tras ella se sentaba un anciano. Al contrario que Shiten o que el propio Kenzou, en paz descanse, a este anciano le pesaban los años como losas.
Tenía más arrugas que rostro y que pelo y aún así, tenía una mirada serena e inteligente. Vestía un kimono verde oliva y estaba revisando papeles sentado sobre un cojín. A su lado tenía un buen montón de documentos y sobre la mesa un montón mucho más pequeño, que serían los que ya había leído. Alzó la mirada a Yota.
— Oh, eres tú, muchacho. Te estaba esperando. Sientate. Hablemos. — su voz era tan serena como su mirada, daba la impresión de saber más de lo que aparentaba.
Pero su cuerpo, por lo menos en apariencia, era débil y flácido. La parte de arriba de la cabeza estaba totalmente vacia de pelo, apenas le quedaba una aureola en los laterales de pelo canoso. Sin embargo, tenía unas cejas pobladas y de un color más plateado que blanco. Su nariz era chata y la barbilla pronunciada. Le colgaba casi un dedo de piel en todas partes, fruto de la vejez.
Sacó una mano de debajo del kimono para señalarle con sus dedos huesudos los cojines que había enfrente de la mesa, al lado contrario donde estaba él, delante de Yota.
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