22/07/2020, 23:27
Pero fue Yui la que respondió, y lo hizo con una risotada que reverberó por todas y cada una de las losas de la celda.
—¿Tú que crees? —se burló—. Igual el que tendría que preguntarnos eso sería él, ¿no?
Ayame se rascó la nuca, ruborizada. La verdad es que había sido una pregunta de lo más estúpida; pero, lo que de verdad había querido preguntar era qué hacía en la misma celda donde tenía puesta ella la marca de invocación. Pero siempre había sido bastante torpe expresándose. Tampoco importaba demasiado, no podía contar con que aquella celda se quedara vacía para toda la eternidad, sólo por ella.
—Me cago en los húmedos cojones de Susanoo, ¿no tenías otro sitio al que traernos? ¿Esta marca de cuándo era, de cuando todo ese asunto con las Náyades? —preguntó Yui, aferrándose a los barrotes con ambas manos.
—Eh... sí... —confesó ella—. Lo siento, Yui-dono, no tenía otr... —comenzó a excusarse, pero antes de que pudiera completar la frase...
Amekoro Yui se puso a golpear los barrotes con la parte roma de una wakizashi. Ayame ni siquiera llegó a escuchar los gritos de después, pues se había visto obligada a taparse los oídos entre aullidos de dolor.
—¡¡¡PARE, POR FAVOOOOOOOOR!!! ¡¡¡MIS OÍDOS!!! ¡¡¡AAAAAHHHHH!!!
—¿Tú que crees? —se burló—. Igual el que tendría que preguntarnos eso sería él, ¿no?
Ayame se rascó la nuca, ruborizada. La verdad es que había sido una pregunta de lo más estúpida; pero, lo que de verdad había querido preguntar era qué hacía en la misma celda donde tenía puesta ella la marca de invocación. Pero siempre había sido bastante torpe expresándose. Tampoco importaba demasiado, no podía contar con que aquella celda se quedara vacía para toda la eternidad, sólo por ella.
—Me cago en los húmedos cojones de Susanoo, ¿no tenías otro sitio al que traernos? ¿Esta marca de cuándo era, de cuando todo ese asunto con las Náyades? —preguntó Yui, aferrándose a los barrotes con ambas manos.
—Eh... sí... —confesó ella—. Lo siento, Yui-dono, no tenía otr... —comenzó a excusarse, pero antes de que pudiera completar la frase...
¡CLONK, CLONK, CLONK, CLONK,
CLONK, CLONK, CLONK, CLONK!
CLONK, CLONK, CLONK, CLONK!
Amekoro Yui se puso a golpear los barrotes con la parte roma de una wakizashi. Ayame ni siquiera llegó a escuchar los gritos de después, pues se había visto obligada a taparse los oídos entre aullidos de dolor.
—¡¡¡PARE, POR FAVOOOOOOOOR!!! ¡¡¡MIS OÍDOS!!! ¡¡¡AAAAAHHHHH!!!