24/07/2020, 17:02
— Joder, gracias. te debo una, Shiten. Al menos he conseguido joderle su misión
— Creo que todos te debemos una a ti, Yota-kun. ¿Cual era su misión? ¿Qué quería?
Le preguntó mientras recorrían los pasillos de la estación en busca de la enfermería. Shiten dedicaba una de cada dos miradas al cuerpo del rubio, al dedo que le faltaba y al resto de heridas que tenía, con preocupación y rabia.
— Escucha, ¿qué cojones buscaría ese hijo de puta aquí? ¿acaso hay algo de gran valor aquí, escondido?
— ¿De valor? ¿Aquí? Si te ha dicho que buscaba algo de valor, te ha mentido como un bellaco, Yota-kun. Esto es una estación de trenes. Hay trenes.
La lógica apoyaba a Shiten. No tardarían en llegar a la enfermería, sobre todo porque el jounin iba apretando la marcha cada vez que podía, prácticamente llevando a Yota en volandas si fuese necesario. Shiten abrió la puerta como había abierto la del almacen, sin controlarse.
Sin embargo, al otro lado no había ningún general de Kurama, si no una mujer agachada sobre el tobillo de un niño, mientras lo vendaba. Ambos botaron al oír la puerta abrirse de golpe. La médica iba embutida en su bata blanca habitual, con el cabello negro recogido en dos moños, uno a cada lado de la cabeza. Era bajita y regordeta. Sus ojos de un azul eléctrico miraron a Shiten de mala manera, sin duda, no deseándole una larga vida.
— ¡¿Se puede saber que co... — miró de reojo al niño rubio que estaba sobre la camilla de la enfermeria. — colinas te pasa?! ¡¿Puedes probar a abrir las puertas como un ser humano?!
— ¡Naoki-chan! Necesit...
— Ni Naoki-chan ni host... — volvió a mirar de reojo al niño. — hostales. Disculpate y luego ya hablamos.
Se acercó sin amilanarse a Shiten, que si no hubiese sido una situación de máxima urgencia, incluso hubiese tenido que recular ante la actitud de la mujer. Le clavó un dedo en el pecho desnudo de Shiten, sin amilanarse ni un poco.
— ¿No habrás venido por estos moratones de nada? ¡No te vas a morir, Shiten! No seas flojo.
Solo entonces se percató de la presencia de Yota, y de la no presencia del dedo del joven.
— ¿¡Pero qué co... colorines!? ¡Tú, me estás sangrando todo el suelo! Ves a la camilla. Shiten, coge al niño y llevatelo fuera, su madre ha ido al baño, creo que más por dejar de oirle lloriquear que por necesidad. Esperaos en la puerta. Joder, ¡¿cómo coño has perdido un dedo entero?!
A tomar por culo el ambiente libre de palabras mal sonantes. La mujer cogió a Yota, que no estaba para resistirse, y lo llevó a la camilla, mientras con la otra mano quitaba al niño de la camilla, ya con el tobillo vendado y se lo pasaba a Shiten.
La habitación era enana. Una pared entera eran estanterias y cajones hasta arriba de cosas de médicos, la contraria era donde estaba la camilla, cubierta por un papel especial para que no se manchase de sangre. La pared del fondo, entre estanterias y camilla, había un pequeño escritorio y una silla para la médica.
— Tumbate y dame la mano, después te miraré el pecho. Te diría que no te durmieses, pero voy a tener que lavar y desinfectar el boquete donde debería haber un dedo, así que, te va a doler. — informó sonriente, como si fuese navidad.
La puerta se cerró y Shiten se quedó fuera con el niño llorica y medio cojo. Mientras que Yota se quedaba dentro de la enfermeria con esa mujer que disfrutaba lavando y desinfectando la herida del rubio.
— Creo que todos te debemos una a ti, Yota-kun. ¿Cual era su misión? ¿Qué quería?
Le preguntó mientras recorrían los pasillos de la estación en busca de la enfermería. Shiten dedicaba una de cada dos miradas al cuerpo del rubio, al dedo que le faltaba y al resto de heridas que tenía, con preocupación y rabia.
— Escucha, ¿qué cojones buscaría ese hijo de puta aquí? ¿acaso hay algo de gran valor aquí, escondido?
— ¿De valor? ¿Aquí? Si te ha dicho que buscaba algo de valor, te ha mentido como un bellaco, Yota-kun. Esto es una estación de trenes. Hay trenes.
La lógica apoyaba a Shiten. No tardarían en llegar a la enfermería, sobre todo porque el jounin iba apretando la marcha cada vez que podía, prácticamente llevando a Yota en volandas si fuese necesario. Shiten abrió la puerta como había abierto la del almacen, sin controlarse.
Sin embargo, al otro lado no había ningún general de Kurama, si no una mujer agachada sobre el tobillo de un niño, mientras lo vendaba. Ambos botaron al oír la puerta abrirse de golpe. La médica iba embutida en su bata blanca habitual, con el cabello negro recogido en dos moños, uno a cada lado de la cabeza. Era bajita y regordeta. Sus ojos de un azul eléctrico miraron a Shiten de mala manera, sin duda, no deseándole una larga vida.
— ¡¿Se puede saber que co... — miró de reojo al niño rubio que estaba sobre la camilla de la enfermeria. — colinas te pasa?! ¡¿Puedes probar a abrir las puertas como un ser humano?!
— ¡Naoki-chan! Necesit...
— Ni Naoki-chan ni host... — volvió a mirar de reojo al niño. — hostales. Disculpate y luego ya hablamos.
Se acercó sin amilanarse a Shiten, que si no hubiese sido una situación de máxima urgencia, incluso hubiese tenido que recular ante la actitud de la mujer. Le clavó un dedo en el pecho desnudo de Shiten, sin amilanarse ni un poco.
— ¿No habrás venido por estos moratones de nada? ¡No te vas a morir, Shiten! No seas flojo.
Solo entonces se percató de la presencia de Yota, y de la no presencia del dedo del joven.
— ¿¡Pero qué co... colorines!? ¡Tú, me estás sangrando todo el suelo! Ves a la camilla. Shiten, coge al niño y llevatelo fuera, su madre ha ido al baño, creo que más por dejar de oirle lloriquear que por necesidad. Esperaos en la puerta. Joder, ¡¿cómo coño has perdido un dedo entero?!
A tomar por culo el ambiente libre de palabras mal sonantes. La mujer cogió a Yota, que no estaba para resistirse, y lo llevó a la camilla, mientras con la otra mano quitaba al niño de la camilla, ya con el tobillo vendado y se lo pasaba a Shiten.
La habitación era enana. Una pared entera eran estanterias y cajones hasta arriba de cosas de médicos, la contraria era donde estaba la camilla, cubierta por un papel especial para que no se manchase de sangre. La pared del fondo, entre estanterias y camilla, había un pequeño escritorio y una silla para la médica.
— Tumbate y dame la mano, después te miraré el pecho. Te diría que no te durmieses, pero voy a tener que lavar y desinfectar el boquete donde debería haber un dedo, así que, te va a doler. — informó sonriente, como si fuese navidad.
La puerta se cerró y Shiten se quedó fuera con el niño llorica y medio cojo. Mientras que Yota se quedaba dentro de la enfermeria con esa mujer que disfrutaba lavando y desinfectando la herida del rubio.
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