24/07/2020, 19:13
(Última modificación: 24/07/2020, 19:30 por Sasagani Yota. Editado 1 vez en total.)
— Creo que todos te debemos una a ti, Yota-kun. ¿Cual era su misión? ¿Qué quería?
Sonreí, pero entonces recibí otra punzada en las costillas. A medida que pasaba el tiempo e iba entrando en un estado de reposo, el dolor aumentaba.
— ¿De valor? ¿Aquí? Si te ha dicho que buscaba algo de valor, te ha mentido como un bellaco, Yota-kun. Esto es una estación de trenes. Hay trenes.
— Solo hice lo que habría hecho cualquier kusajin, Shiten. Sobre las intenciones del tipo, no sé lo que buscaba, no me lo dijo, por eso te he preguntado si había algo de valor. Tampoco es que sepamos qué buscan los bijūs, así que... Solo sé que se cargó a ese tipo a sangre fría y se quedó su dedo
Poco después optó por quedarse con el mío, pero esa parte ya se la sabía el bueno de Shiten. Y yo lo que necesitaba era un poco de descanso, por eso estábamos cruzando aquel pasillo en busca de la ayuda médica que tanto necesitaba.
Al llegar, el Senju arrojó la puerta como el que le da una patada a una piedra para apartarla del camino, derribandola y desvelando la figura de una mujer rechoncha y un niño que había tenido algún problema con uno de sus tobillos. Empezó un juego de reproches entre Shiten y aquella mujer que parecía tener un temperamento a tener en cuenta. Yo, por mi parte, empezaba a sentir como si las cosas se movieran por si solas, quizás era por toda la sangre perdida.
— ¿¡Pero qué co... colorines!? ¡Tú, me estás sangrando todo el suelo! Ves a la camilla. Shiten, coge al niño y llevatelo fuera, su madre ha ido al baño, creo que más por dejar de oirle lloriquear que por necesidad. Esperaos en la puerta. Joder, ¡¿cómo coño has perdido un dedo entero?!
— ¿Qué le ha pasado al niño? — dije con cierta curiosidad.
Tras ello, hice caso y empecé a moverme hasta la camilla, sentí como la mujer me ayudaba con aquella tarea. Y emnos mal, porque con tanto tambalearme, dudaba que pudiese llegar hasta ella por mi propio pie.
— Tumbate y dame la mano, después te miraré el pecho. Te diría que no te durmieses, pero voy a tener que lavar y desinfectar el boquete donde debería haber un dedo, así que, te va a doler.
— ¿Todavía estoy vivo?
«¿O acaso esto es el cielo?»
Sonreí, pero entonces recibí otra punzada en las costillas. A medida que pasaba el tiempo e iba entrando en un estado de reposo, el dolor aumentaba.
— ¿De valor? ¿Aquí? Si te ha dicho que buscaba algo de valor, te ha mentido como un bellaco, Yota-kun. Esto es una estación de trenes. Hay trenes.
— Solo hice lo que habría hecho cualquier kusajin, Shiten. Sobre las intenciones del tipo, no sé lo que buscaba, no me lo dijo, por eso te he preguntado si había algo de valor. Tampoco es que sepamos qué buscan los bijūs, así que... Solo sé que se cargó a ese tipo a sangre fría y se quedó su dedo
Poco después optó por quedarse con el mío, pero esa parte ya se la sabía el bueno de Shiten. Y yo lo que necesitaba era un poco de descanso, por eso estábamos cruzando aquel pasillo en busca de la ayuda médica que tanto necesitaba.
Al llegar, el Senju arrojó la puerta como el que le da una patada a una piedra para apartarla del camino, derribandola y desvelando la figura de una mujer rechoncha y un niño que había tenido algún problema con uno de sus tobillos. Empezó un juego de reproches entre Shiten y aquella mujer que parecía tener un temperamento a tener en cuenta. Yo, por mi parte, empezaba a sentir como si las cosas se movieran por si solas, quizás era por toda la sangre perdida.
— ¿¡Pero qué co... colorines!? ¡Tú, me estás sangrando todo el suelo! Ves a la camilla. Shiten, coge al niño y llevatelo fuera, su madre ha ido al baño, creo que más por dejar de oirle lloriquear que por necesidad. Esperaos en la puerta. Joder, ¡¿cómo coño has perdido un dedo entero?!
— ¿Qué le ha pasado al niño? — dije con cierta curiosidad.
Tras ello, hice caso y empecé a moverme hasta la camilla, sentí como la mujer me ayudaba con aquella tarea. Y emnos mal, porque con tanto tambalearme, dudaba que pudiese llegar hasta ella por mi propio pie.
— Tumbate y dame la mano, después te miraré el pecho. Te diría que no te durmieses, pero voy a tener que lavar y desinfectar el boquete donde debería haber un dedo, así que, te va a doler.
— ¿Todavía estoy vivo?
«¿O acaso esto es el cielo?»
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa