27/07/2020, 14:25
Y Shanise apretó su hombro y la obligó a mirarla a los ojos, castaño contra verde esmeralda. Ojos húmedos, pero llenos de energía, llenos de vida. Ayame se dejó bucear en ellos y refugiarse en el color de la esperanza.
—Hay candidatos más fuertes. Y más listos. También hay ninjas más fuertes que yo y más listos que yo en Amegakure, y sin embargo, Yui sólo confía en mí para ser Arashikage. No se trata sólo de fuerza, ni de inteligencia. No se trata únicamente de resolución. Sino de confianza. Tú luchaste conmigo en la misión contra aquél loco marionetista. Tú y Mogura-kun...
«Mogura...» Ayame cerró los ojos momentáneamente para evitar que las lágrimas aflorasen a sus ojos al recordar a su viejo amigo.
—...me salvasteis la vida —continuó la nueva Arashikage—. Nos conocimos mejor en aquél viaje. Nos enfrentamos a peligros inimagibles. Tanto vosotros... como Kokuō.
Ayame se sobresaltó. Algo dentro de ella se sobresaltó. Ninguna de las dos había esperado que Kokuō entrara en la conversación.
—Ahora más que nunca, debemos luchar contra monstruos muy peligrosos. Tanto con forma de bijū... como con forma humana. Son lo mismo. ¿Podemos darnos otra oportunidad?
Kokuō se adelantó y Ayame le cedió paso. Externamente, sus cabellos se aclararon hasta volverse blancos, sus ojos se volvieron aguamarina y sus párpados inferiores se adornaron con el color de la sangre. Kokuō intercambió una silenciosa mirada con Shanise. Hubo una vez, durante aquella misión de los hilos, que había colaborado con ellos para acabar con aquel marionetista loco y su zorro gigantesco. ¿Pero por qué había hecho algo así, si por aquel entonces odiaba a todos y cada uno de los humanos? No había encontrado una respuesta a aquella pregunta, y poco a poco la había dejado aparcada a un lado. Hasta aquel día.
Después de aquel día, la última vez que Shanise y ella habían intercambiado una mirada cara a cara había sido desde el interior de la celda, antes de verse reducida y transportada al Valle de los Dojos para que volvieran a encerrarla en su sello personal.
Pero, y pese a todo, aquella mujer no era de las que peor la habían tratado en todo aquel tiempo. Puede que nunca hubiese confiado en ella, como el resto de humanos, pero nunca la había escuchado tildarla de monstruo como hacían muchos otros.
—Otra oportunidad —accedió, inclinando la cabeza en una respetuosa reverencia. Si había llegado a un acuerdo con Amekoro Yui, ¿cómo no lo iba a hacer con Shanise—. Pero no se confundan, estoy con la Señorita —Y allí estaba su carácter obstinado de siempre.
Y, dicho y hecho, Kokuō volvió a cederle el cuerpo a Ayame, que regresó a la normalidad en cuestión de segundos. Con los ojos húmedos,y a punto de echarse a llorar, la muchacha se irguió en toda su estatura y colocó el puño a la altura del corazón.
—Muchísimas gracias por confiar en mí, Shanise-senpai —dijo, con un hilo de voz—. Será... será un auténtico honor para mí trabajar para ti —añadió, inclinando el cuerpo en una profunda reverencia.
—Hay candidatos más fuertes. Y más listos. También hay ninjas más fuertes que yo y más listos que yo en Amegakure, y sin embargo, Yui sólo confía en mí para ser Arashikage. No se trata sólo de fuerza, ni de inteligencia. No se trata únicamente de resolución. Sino de confianza. Tú luchaste conmigo en la misión contra aquél loco marionetista. Tú y Mogura-kun...
«Mogura...» Ayame cerró los ojos momentáneamente para evitar que las lágrimas aflorasen a sus ojos al recordar a su viejo amigo.
—...me salvasteis la vida —continuó la nueva Arashikage—. Nos conocimos mejor en aquél viaje. Nos enfrentamos a peligros inimagibles. Tanto vosotros... como Kokuō.
Ayame se sobresaltó. Algo dentro de ella se sobresaltó. Ninguna de las dos había esperado que Kokuō entrara en la conversación.
—Ahora más que nunca, debemos luchar contra monstruos muy peligrosos. Tanto con forma de bijū... como con forma humana. Son lo mismo. ¿Podemos darnos otra oportunidad?
Kokuō se adelantó y Ayame le cedió paso. Externamente, sus cabellos se aclararon hasta volverse blancos, sus ojos se volvieron aguamarina y sus párpados inferiores se adornaron con el color de la sangre. Kokuō intercambió una silenciosa mirada con Shanise. Hubo una vez, durante aquella misión de los hilos, que había colaborado con ellos para acabar con aquel marionetista loco y su zorro gigantesco. ¿Pero por qué había hecho algo así, si por aquel entonces odiaba a todos y cada uno de los humanos? No había encontrado una respuesta a aquella pregunta, y poco a poco la había dejado aparcada a un lado. Hasta aquel día.
Después de aquel día, la última vez que Shanise y ella habían intercambiado una mirada cara a cara había sido desde el interior de la celda, antes de verse reducida y transportada al Valle de los Dojos para que volvieran a encerrarla en su sello personal.
Pero, y pese a todo, aquella mujer no era de las que peor la habían tratado en todo aquel tiempo. Puede que nunca hubiese confiado en ella, como el resto de humanos, pero nunca la había escuchado tildarla de monstruo como hacían muchos otros.
—Otra oportunidad —accedió, inclinando la cabeza en una respetuosa reverencia. Si había llegado a un acuerdo con Amekoro Yui, ¿cómo no lo iba a hacer con Shanise—. Pero no se confundan, estoy con la Señorita —Y allí estaba su carácter obstinado de siempre.
Y, dicho y hecho, Kokuō volvió a cederle el cuerpo a Ayame, que regresó a la normalidad en cuestión de segundos. Con los ojos húmedos,y a punto de echarse a llorar, la muchacha se irguió en toda su estatura y colocó el puño a la altura del corazón.
—Muchísimas gracias por confiar en mí, Shanise-senpai —dijo, con un hilo de voz—. Será... será un auténtico honor para mí trabajar para ti —añadió, inclinando el cuerpo en una profunda reverencia.