7/01/2016, 22:02
El agua discurría furiosa en el rio a varias decenas de metros más debajo de lo que se encontraban todas aquellas personas que cruzaban. La mayoría no le prestaban atención a tal hecho, mientras que otros parecían absorberse en aquel fenómeno; y el muchacho de ojos como el cielo era uno de esos individuos.
Sus dedos acariciaban el frio cemento en el que estaba construido la baranda de aquella construcción humana, mientras el suelo hacia un débil eco del sonido que sus sandalias causaban al pisar el suelo. Un sonido que se mezclaba junto a todos los demás, formando su propio ecosistema, sonidos de pasos, el pincel o el lápiz de un artista en proceso de plasmar una nueva obra, las ocasionales risas de amigos que iban juntos.
Pero a la vez que llegaba al final del puente, algo más lo hizo. Algo molesto, algo que a medida que avanzaba, destruía aquella burbuja de paz que podía encontrarse allí. Se mostraba como un hombre que pronto llegaría al atardecer de su vida, bajo y flaco, de cabello negro encanecido; detalles que casi nadie pudo apreciar, puesto que iba conduciendo un carruaje que a toda velocidad atravesaba la mitad del puente. Más de una persona tuvo que tirarse a un costado para evitar ser arrollado por aquel personaje, que con una voz que destilaba egoísmo tan solo gritaba.
— ¡¡Apartaos de mi camino!! ¡¡Tengo mucha prisa, salid del medio de la carretera!! — Y sin embargo, algunos llegaban a vislumbrar la sonrisa malévola en su rostro, de alguien que disfrutaba haciendo esas “travesuras”.
Pero el Yuki tan solo puso atención a un detalle. El de que mientras el carruaje se acercaba, sin duda atropellaría a un joven, aunque no sabría calcular su edad, puesto que llevaba una capucha que solo dejaba entrever unos mechones de cabello. Rápidamente corrió hacia el otro, y con todas las fuerzas de las que era capaz, agarrándolo del brazo lo tiro arrastrándolo con él hacia un costado, cayendo de culo en el suelo debido al impulso. Apenas unos momentos después, el carruaje pasaba a toda velocidad donde el chico había estado parado y desaparecía por el camino.
Kimura se tomo unos momentos para respirar y luego miro al otro.
— Disculpa eso... ¿Estás bien? —
Sus dedos acariciaban el frio cemento en el que estaba construido la baranda de aquella construcción humana, mientras el suelo hacia un débil eco del sonido que sus sandalias causaban al pisar el suelo. Un sonido que se mezclaba junto a todos los demás, formando su propio ecosistema, sonidos de pasos, el pincel o el lápiz de un artista en proceso de plasmar una nueva obra, las ocasionales risas de amigos que iban juntos.
Pero a la vez que llegaba al final del puente, algo más lo hizo. Algo molesto, algo que a medida que avanzaba, destruía aquella burbuja de paz que podía encontrarse allí. Se mostraba como un hombre que pronto llegaría al atardecer de su vida, bajo y flaco, de cabello negro encanecido; detalles que casi nadie pudo apreciar, puesto que iba conduciendo un carruaje que a toda velocidad atravesaba la mitad del puente. Más de una persona tuvo que tirarse a un costado para evitar ser arrollado por aquel personaje, que con una voz que destilaba egoísmo tan solo gritaba.
— ¡¡Apartaos de mi camino!! ¡¡Tengo mucha prisa, salid del medio de la carretera!! — Y sin embargo, algunos llegaban a vislumbrar la sonrisa malévola en su rostro, de alguien que disfrutaba haciendo esas “travesuras”.
Pero el Yuki tan solo puso atención a un detalle. El de que mientras el carruaje se acercaba, sin duda atropellaría a un joven, aunque no sabría calcular su edad, puesto que llevaba una capucha que solo dejaba entrever unos mechones de cabello. Rápidamente corrió hacia el otro, y con todas las fuerzas de las que era capaz, agarrándolo del brazo lo tiro arrastrándolo con él hacia un costado, cayendo de culo en el suelo debido al impulso. Apenas unos momentos después, el carruaje pasaba a toda velocidad donde el chico había estado parado y desaparecía por el camino.
Kimura se tomo unos momentos para respirar y luego miro al otro.
— Disculpa eso... ¿Estás bien? —