8/01/2016, 05:17
Se imaginaba que no lo llamarían el País de la Tierra por que quedara bonito el nombre, pero es que aquello era ridículo. Si no era caminar bien pegado a la pared para no caerse por un precipicio de varias decenas de metros, era hacer equilibrio mientras se caminaba, pues si había algo que sobraba además de tierra árida sin ningún tipo de vegetación, eso eran las malformaciones y rocas que inundaban los caminos.
Pero aun así, Kimura lo disfrutaba. Era aquella sensación de descubrir todo un mundo nuevo, que parecía haber estado esperando a que él se animara a salir de su cueva para explorarlo, para mostrarle todas sus caras. La curiosidad del muchacho nunca llegaba a ser saciada, siempre había más que explorar. Aunque se alegraba de haberle contado a Akemi que su viaje empezaría yendo al País de la Tierra. Al día siguiente, había encontrado en la mesa de la sala principal de la casa, un mapa hecho por ella, ayudada por Noboro, de lugares que podrían resultar de interés, y precauciones a tener en cuenta.
“La torre de meditación, mi primer destino… Me pregunto a que se referirá Akemi con que está hecha con un diseño peculiar. Le gusta demasiado ser misteriosa…”
Pronto el muchacho recibió la respuesta a su pregunta, pues en cuanto la vislumbro, no pudo evitar abrir los ojos por la sorpresa. Era una torre gigantesca, de dieciocho metros quizá, hecha totalmente de madera por lo que parecía; un amasijo de diferentes tipos que apuntaba hacia el cielo, retorcida en algunas partes, recta en otras. Habia unas cuantas personas dispersas alrededor, admirando tamaña arquitectura.
Kimura se acerco, y lentamente extendió su brazo, para tocar la solida superficie de la madera, mientras levantaba su cabeza para observar desde allí abajo tamaña obra. ¿Cómo rayos la habrían hecho y se mantenía estable?
Pero aun así, Kimura lo disfrutaba. Era aquella sensación de descubrir todo un mundo nuevo, que parecía haber estado esperando a que él se animara a salir de su cueva para explorarlo, para mostrarle todas sus caras. La curiosidad del muchacho nunca llegaba a ser saciada, siempre había más que explorar. Aunque se alegraba de haberle contado a Akemi que su viaje empezaría yendo al País de la Tierra. Al día siguiente, había encontrado en la mesa de la sala principal de la casa, un mapa hecho por ella, ayudada por Noboro, de lugares que podrían resultar de interés, y precauciones a tener en cuenta.
“La torre de meditación, mi primer destino… Me pregunto a que se referirá Akemi con que está hecha con un diseño peculiar. Le gusta demasiado ser misteriosa…”
Pronto el muchacho recibió la respuesta a su pregunta, pues en cuanto la vislumbro, no pudo evitar abrir los ojos por la sorpresa. Era una torre gigantesca, de dieciocho metros quizá, hecha totalmente de madera por lo que parecía; un amasijo de diferentes tipos que apuntaba hacia el cielo, retorcida en algunas partes, recta en otras. Habia unas cuantas personas dispersas alrededor, admirando tamaña arquitectura.
Kimura se acerco, y lentamente extendió su brazo, para tocar la solida superficie de la madera, mientras levantaba su cabeza para observar desde allí abajo tamaña obra. ¿Cómo rayos la habrían hecho y se mantenía estable?