9/01/2016, 07:25
Tras la despedida con Juro, el par de desconocidos sucumbieron a las leyes de la moda. Se dirigieron sin prisa hacia la calle donde mas tiendas habían de esa ciudad, o al menos eso era lo que parecía, y continuaron hablando mientras el albino y el escupellamas observaban las prendas. Infinidad de colores, formas, y por supuesto olores. Habían prendas de todo tipo, y por mas que las tenderas y negociantes gritaban que eran únicas, o meramente ofertadas, ninguna llamaba la atención del Senju. Por otro lado, a su compañero de charla tampoco parecía llamarle ninguna la atención.
El viajero dio a entender que necesitaba justamente lo contrario a lo que el albino estaba habituado, que necesitaba a alguien que tuviese las maneras del Senju, pero con otro propósito; mantenerlo vivo. Era obvio que sus futuros negocios iban a ser peligrosos, pues si no quién confiaría en un completo desconocido. ¿Por qué no un simple shinobi pues? Eso quería decir que o bien era algo muy personal, o bien se trataba de algo que podía ponerlo en evidencia o peligro con respecto a las grandes naciones.
Con parsimonia, el albino tomó una capa negra como una noche de invierno. Su tela era dura, y su tacto áspero, y tenía numerosos remaches de metal que le daban una singularidad digna del él. Parecía no estar haciendo caso a lo dicho por el otro chico, ni tan siquiera su mirada se fijaba en él, pero era mas bien lo contrario. Se estaba tomando su tiempo para meditar, no iba a lanzarse a un negocio de ese tipo sin pensarlo dos veces.
—En cierto modo si que es mas sencillo, es mantenerte alejado o salvaguardado de gente que quizás tiene pensamientos y maneras de actuar parecidas a las mías. ¿No? Antes de que acepte el encargo, te informo de mis 3 reglas. Primero, necesito un nombre. Me da igual que te lo inventes, no vamos a intimar, pero es necesario para dirigirme a ti. Segundo, no eres mi jefe. Actuaré según vea necesario, y de la manera que vea mas efectiva para cumplir el objetivo. Tercero, el dinero siempre visible. Antes de liarme en un viaje y una situación que puede ponerse difícil, me gusta comprobar que quien requiere de mis servicios tiene el pago. Así de simple.—
Sin demasiado apuro, el Senju llamó la atención del señor que atendía la tienda con un gesto de su mano. Estaba interesado en la prenda, y seguramente la compraría.
—¿Cual es el precio de ésta prenda?— Preguntó.
«Ostras, es verdad... ¿Cuanto debería pedirle?»
Su cabeza le hizo regresar a una intrigante cuestión, pues él jamás se había actuado como sicario. ¿Cuanto debería pedirle por un trabajo de guardaespaldas? Realmente no se hacía a la idea, era algo que jamás había tratado. Quizás la mejor opción era escuchar su demanda, y así quizás pudiese hacerse a la idea, y subir o bajar la propuesta.
—Son 300 ryos, señor, una auténtica ganga! No encontrarás mejores capas de viaje en ningún lugar!— Contestó eufórico el tendero.
—Entiendo...—
Metió la mano de madera en el bolsillo, y de éste sacó su cartera. Evidentemente, no iba a ir semidesnudo por toda la vida, debía comprar algo.
—Aquí tiene.— Confirmó mientras le entregaba al señor las monedas.
Hecho el negocio, el albino no se la puso directamente. Aún faltaba encontrar una camiseta y unos pantalones...
El viajero dio a entender que necesitaba justamente lo contrario a lo que el albino estaba habituado, que necesitaba a alguien que tuviese las maneras del Senju, pero con otro propósito; mantenerlo vivo. Era obvio que sus futuros negocios iban a ser peligrosos, pues si no quién confiaría en un completo desconocido. ¿Por qué no un simple shinobi pues? Eso quería decir que o bien era algo muy personal, o bien se trataba de algo que podía ponerlo en evidencia o peligro con respecto a las grandes naciones.
Con parsimonia, el albino tomó una capa negra como una noche de invierno. Su tela era dura, y su tacto áspero, y tenía numerosos remaches de metal que le daban una singularidad digna del él. Parecía no estar haciendo caso a lo dicho por el otro chico, ni tan siquiera su mirada se fijaba en él, pero era mas bien lo contrario. Se estaba tomando su tiempo para meditar, no iba a lanzarse a un negocio de ese tipo sin pensarlo dos veces.
—En cierto modo si que es mas sencillo, es mantenerte alejado o salvaguardado de gente que quizás tiene pensamientos y maneras de actuar parecidas a las mías. ¿No? Antes de que acepte el encargo, te informo de mis 3 reglas. Primero, necesito un nombre. Me da igual que te lo inventes, no vamos a intimar, pero es necesario para dirigirme a ti. Segundo, no eres mi jefe. Actuaré según vea necesario, y de la manera que vea mas efectiva para cumplir el objetivo. Tercero, el dinero siempre visible. Antes de liarme en un viaje y una situación que puede ponerse difícil, me gusta comprobar que quien requiere de mis servicios tiene el pago. Así de simple.—
Sin demasiado apuro, el Senju llamó la atención del señor que atendía la tienda con un gesto de su mano. Estaba interesado en la prenda, y seguramente la compraría.
—¿Cual es el precio de ésta prenda?— Preguntó.
«Ostras, es verdad... ¿Cuanto debería pedirle?»
Su cabeza le hizo regresar a una intrigante cuestión, pues él jamás se había actuado como sicario. ¿Cuanto debería pedirle por un trabajo de guardaespaldas? Realmente no se hacía a la idea, era algo que jamás había tratado. Quizás la mejor opción era escuchar su demanda, y así quizás pudiese hacerse a la idea, y subir o bajar la propuesta.
—Son 300 ryos, señor, una auténtica ganga! No encontrarás mejores capas de viaje en ningún lugar!— Contestó eufórico el tendero.
—Entiendo...—
Metió la mano de madera en el bolsillo, y de éste sacó su cartera. Evidentemente, no iba a ir semidesnudo por toda la vida, debía comprar algo.
—Aquí tiene.— Confirmó mientras le entregaba al señor las monedas.
Hecho el negocio, el albino no se la puso directamente. Aún faltaba encontrar una camiseta y unos pantalones...