9/01/2016, 13:46
La Uzukage pareció complacida ante la respuesta de la joven, incluso se permitió relajarse un poco antes de recuperar la verticalidad. Debía ser una situación difícil para ella aceptar a una persona ajena a la Aldea, Hisami-sama le había advertido que los shinobi eran gente desconfiada como consecuencia de su estilo de vida y ahora mismo lo estaba comprobando ella misma. No entendía muy bien como se podía vivir dudando de todo, constantemente... pero eso sería algo que terminaría aprendiendo ella misma por su propia experiencia.
La mujer pelirroja colocó su mano sobre su espalda, cerca de la nuca como invitación a que caminase junto a ella ala vez que el pedía que dejase de llamarla por su título.
-Vamos, no perdamos tiempo, Mitsuki-
—Si— contestó la joven a la vez que seguía el ritmo de su superiora. Resulto ser bastante más simpática de lo que a primera vista le había parecido, en cierta forma se parecía a su maestra aunque un poco más estricta.
No tardaron demasiado en llegar a la entrada de la Aldea, tras cruzar un frondoso bosque la separaba de la playa. Allí fueron recibidos por dos guardias que saludaron a los recíen llegados. La Hyuga quedó impresionada ante la similitud entre su pueblo y aquella Aldea. Era obvio que las construcciones eran bastante más delicadas puesto que no tenían que soportar el duro invierno del Norte, pero aún así la factura era muy parecida. Otra diferencia era que el rojo Uzushio lo dominaba todo acompañado por el blanco y el color de la madera, siempre enmarcado entre cerezos. La ciudad era increíblemente bella, jamás se hubiese imaginado que los shinobi, gente tan militarista, viviría en un lugar así.
-Este será tu nuevo hogar Mitsuki, ¿Te gusta?- rompió el silencio entre ambas la pelirroja
—Si, es impresionante. No me esperaba que fuese así— se sinceró la joven mientras seguía avanzando junto a su superiora —Me encantan los colores, los árboles...—
La mujer pelirroja colocó su mano sobre su espalda, cerca de la nuca como invitación a que caminase junto a ella ala vez que el pedía que dejase de llamarla por su título.
-Vamos, no perdamos tiempo, Mitsuki-
—Si— contestó la joven a la vez que seguía el ritmo de su superiora. Resulto ser bastante más simpática de lo que a primera vista le había parecido, en cierta forma se parecía a su maestra aunque un poco más estricta.
No tardaron demasiado en llegar a la entrada de la Aldea, tras cruzar un frondoso bosque la separaba de la playa. Allí fueron recibidos por dos guardias que saludaron a los recíen llegados. La Hyuga quedó impresionada ante la similitud entre su pueblo y aquella Aldea. Era obvio que las construcciones eran bastante más delicadas puesto que no tenían que soportar el duro invierno del Norte, pero aún así la factura era muy parecida. Otra diferencia era que el rojo Uzushio lo dominaba todo acompañado por el blanco y el color de la madera, siempre enmarcado entre cerezos. La ciudad era increíblemente bella, jamás se hubiese imaginado que los shinobi, gente tan militarista, viviría en un lugar así.
-Este será tu nuevo hogar Mitsuki, ¿Te gusta?- rompió el silencio entre ambas la pelirroja
—Si, es impresionante. No me esperaba que fuese así— se sinceró la joven mientras seguía avanzando junto a su superiora —Me encantan los colores, los árboles...—