9/01/2016, 17:55
—Si, es impresionante. No me esperaba que fuese así— se sinceró la joven mientras seguía avanzando junto a su superiora —Me encantan los colores, los árboles...—
Y lo era. Los colores emanaban emociones y alegría a raudales, como si de un caluroso y fuerte abrazo se tratase, te golpeaban la cara con cariño para enamorarte como el primer novio de una joven chiquilla.
-Lo es, lo es. Pero déjame que te muestre el resto de la aldea. Ya habrá tiempo para que hagas amigos- inquirió la pelirroja.
Y así fue como reanudó al marcha mientras la gente seguía haciendo reverencias y a cada una de ellas Shiona al correspondía con una cálida sonrisa, con la sonrisa de una madre coraje. Siguieron el camino que delimitaban los cerezos que adornaban aquella calle principal transitada por los lugareños. Lo hacían con un paso lento para que la joven Hyuga pudiese observar con detenimiento lo que la rodeaba; los comercios que anunciaban sus productos, las casas, una encima de la otra en aquellos bloques de pisos, los shinobis que vigilaban que todo estuviese en orden, en definitiva por la vida misma que irradiaba Uzushiogakure.
Pronto llegarían a una zona un poco apartada. Un lugar prácticamente de culto para los shinobis y kunoichis de la Aldea Oculta del Remolino. En un primer vistazo alguien podría pensar en lo que era, una simple planicie de tierra y ya está. Pero era mucho más que eso. Habían varias zonas divididas y delimitadas por las verjas metálicas, encima de cada una de sus puertas habían escrito con kanjis números ordenados de menor a mayor y ninguno de ellos era igual.
-Me atrevería a poner la mano en el fuego si digo que este lugar será tu segunda casa y no me quemaría. Quizás podría decir que esta será tu oficina- explicó Shiona -Estos son los campos de entrenamiento de Uzushiogakure. Aquí es donde todos nuestros ninjas entrenan a diario y mejoran sus habilidades mientras no atienden sus obligaciones. También tenemos dojos en esa zona de ahí- señaló unos dojos en uno de los extremos de la zona -Siéntete libre de usarlos cuando quieras, solo hay una condición que debes respetar; los debes dejar tal y como los encontraste. De todos modos, solemos usar los campos abiertos con más frecuencia ¡Pero cada uno tiene sus gustos!-
De hecho, los dojos estaban prácticamente limitados al entrenamiento del taijutsu, ya que el uso de técnicas de ninjutsu podría acabar por derruirlos.
Justo después se dio media vuelta.
-Y ese es el edificio más grande de la aldea. Allí podrás solicitar misiones y acudir a mí por si necesitas cualquier cosa. Si por lo que fuera no me encontrases alguno de mis ayudantes estará encantado a ayudarte-
Si Mitsuki alzaba la vista vería como entre los edificios se alzaba, imponente y majestuoso, el edificio más conocido y popular de la aldea, justo en el centro de esta, el edificio de la Uzukage, lugar que todo ninja visitaba con frecuencia por lo dicho anteriormente por la Uzumaki.
-Cuando estés lista iremos para allí, tengo un regalo para ti-
Y lo era. Los colores emanaban emociones y alegría a raudales, como si de un caluroso y fuerte abrazo se tratase, te golpeaban la cara con cariño para enamorarte como el primer novio de una joven chiquilla.
-Lo es, lo es. Pero déjame que te muestre el resto de la aldea. Ya habrá tiempo para que hagas amigos- inquirió la pelirroja.
Y así fue como reanudó al marcha mientras la gente seguía haciendo reverencias y a cada una de ellas Shiona al correspondía con una cálida sonrisa, con la sonrisa de una madre coraje. Siguieron el camino que delimitaban los cerezos que adornaban aquella calle principal transitada por los lugareños. Lo hacían con un paso lento para que la joven Hyuga pudiese observar con detenimiento lo que la rodeaba; los comercios que anunciaban sus productos, las casas, una encima de la otra en aquellos bloques de pisos, los shinobis que vigilaban que todo estuviese en orden, en definitiva por la vida misma que irradiaba Uzushiogakure.
Pronto llegarían a una zona un poco apartada. Un lugar prácticamente de culto para los shinobis y kunoichis de la Aldea Oculta del Remolino. En un primer vistazo alguien podría pensar en lo que era, una simple planicie de tierra y ya está. Pero era mucho más que eso. Habían varias zonas divididas y delimitadas por las verjas metálicas, encima de cada una de sus puertas habían escrito con kanjis números ordenados de menor a mayor y ninguno de ellos era igual.
-Me atrevería a poner la mano en el fuego si digo que este lugar será tu segunda casa y no me quemaría. Quizás podría decir que esta será tu oficina- explicó Shiona -Estos son los campos de entrenamiento de Uzushiogakure. Aquí es donde todos nuestros ninjas entrenan a diario y mejoran sus habilidades mientras no atienden sus obligaciones. También tenemos dojos en esa zona de ahí- señaló unos dojos en uno de los extremos de la zona -Siéntete libre de usarlos cuando quieras, solo hay una condición que debes respetar; los debes dejar tal y como los encontraste. De todos modos, solemos usar los campos abiertos con más frecuencia ¡Pero cada uno tiene sus gustos!-
De hecho, los dojos estaban prácticamente limitados al entrenamiento del taijutsu, ya que el uso de técnicas de ninjutsu podría acabar por derruirlos.
Justo después se dio media vuelta.
-Y ese es el edificio más grande de la aldea. Allí podrás solicitar misiones y acudir a mí por si necesitas cualquier cosa. Si por lo que fuera no me encontrases alguno de mis ayudantes estará encantado a ayudarte-
Si Mitsuki alzaba la vista vería como entre los edificios se alzaba, imponente y majestuoso, el edificio más conocido y popular de la aldea, justo en el centro de esta, el edificio de la Uzukage, lugar que todo ninja visitaba con frecuencia por lo dicho anteriormente por la Uzumaki.
-Cuando estés lista iremos para allí, tengo un regalo para ti-
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