15/09/2020, 20:23
Con una última respuesta de la nueva Arashikage, las cuatro mujeres presentes tomaron asiento. Kintsugi y Hana tomaron asientos opuestos a la posición de Shanise y Ayame, respectivamente. Afortunadamente, nadie tuvo que romper el hielo en el tenso silencio que se formó entonces, pues el Uzukage no tardó en aparecer, acompañado de su inseparable jōnin.
—Disculpen la tardanza. Nos hemos entretenido un poco con las nuevas vistas que regala Tanzaku Gai —se excusó, y Kintsugi le regaló una inclinación de cabeza, indulgente—. Shanise-dono, enhorabuena por su nuevo cargo —se refirió en primer lugar hacia la Arashikage, antes de volverse hacia su acompañante—: Ayame-san, qué bueno verte por aquí.
La torpe muchacha se reincorporó de golpe, con una brusca inclinación, antes de regresar a su sitio con las mejillas encendidas.
—Kintsugi-dono, Hana-san, me alegro de volver a veros.
—El placer es nuestro, Uzukage-dono —respondió Kintsugi. Hana, junto a ella, se limitó a inclinar la cabeza.
—Como le decía a Kintsugi, es un honor sentarme entre nosotros —intervino Shanise entonces—. Si no me equivoco, fue Kintsugi-dono quien solicitó la reunión, pero antes me gustaría advertir de algo. Fuera de Amegakure, todo el mundo cree que Yui es la Señora Feudal. El cargo de Tormenta es un secreto, por ahora. Menos para vosotros y para los nuestros. Tenemos nuestras razones.
—Muy bien. Se mantendrá en secreto entonces —concedió Kintsugi. Después de todo, Kusagakure no ganaba nada revelando algo así.
—Podemos comenzar.
La Morikage apoyó sendas manos sobre la mesa, bien a la vista de todos. En aquella ocasión no habría trucos ni sorpresas, y así lo hizo saber con aquel simple gesto. Después, miró a todos los presentes a través de su antifaz. ¿Por dónde comenzar? Sus ojos se detuvieron momentáneamente en Hanabi, pero en el último momento decidió que aquel tema podría esperar. Al menos un poco más.
—Ha quedado claro que Dragón Rojo se ha convertido en un enemigo para las tres aldeas —pronunció, tomando como impulso el tema de aquella organización criminal. Miró a Shanise, después miró a Hanabi, e inclinó la cabeza—. Debo pediros disculpas. Me equivoqué. Creí que Kusagakure y el País del Bosque quedaban aparte de las intenciones de Dragón Rojo, pero después de ese ataque coordinado en el Valle de los Dojos ha quedado claro que no es así —La Morikage volvió a levantar la barbilla—. Es mi deber velar por la seguridad de mi aldea. Por eso, Arashikage-dono, Uzukage-dono, pueden contar con nosotros al respecto de este tema. Sobre todo contra unos enemigos como los que vimos en el estadio. Amegakure y Uzushiogakure han tenido shinobi exiliados en esa banda, por lo que presupongo que tenéis más información sobre ellos que yo. Por eso también me gustaría pediros que compartiéseis dicha información.
—Disculpen la tardanza. Nos hemos entretenido un poco con las nuevas vistas que regala Tanzaku Gai —se excusó, y Kintsugi le regaló una inclinación de cabeza, indulgente—. Shanise-dono, enhorabuena por su nuevo cargo —se refirió en primer lugar hacia la Arashikage, antes de volverse hacia su acompañante—: Ayame-san, qué bueno verte por aquí.
La torpe muchacha se reincorporó de golpe, con una brusca inclinación, antes de regresar a su sitio con las mejillas encendidas.
—Kintsugi-dono, Hana-san, me alegro de volver a veros.
—El placer es nuestro, Uzukage-dono —respondió Kintsugi. Hana, junto a ella, se limitó a inclinar la cabeza.
—Como le decía a Kintsugi, es un honor sentarme entre nosotros —intervino Shanise entonces—. Si no me equivoco, fue Kintsugi-dono quien solicitó la reunión, pero antes me gustaría advertir de algo. Fuera de Amegakure, todo el mundo cree que Yui es la Señora Feudal. El cargo de Tormenta es un secreto, por ahora. Menos para vosotros y para los nuestros. Tenemos nuestras razones.
—Muy bien. Se mantendrá en secreto entonces —concedió Kintsugi. Después de todo, Kusagakure no ganaba nada revelando algo así.
—Podemos comenzar.
La Morikage apoyó sendas manos sobre la mesa, bien a la vista de todos. En aquella ocasión no habría trucos ni sorpresas, y así lo hizo saber con aquel simple gesto. Después, miró a todos los presentes a través de su antifaz. ¿Por dónde comenzar? Sus ojos se detuvieron momentáneamente en Hanabi, pero en el último momento decidió que aquel tema podría esperar. Al menos un poco más.
—Ha quedado claro que Dragón Rojo se ha convertido en un enemigo para las tres aldeas —pronunció, tomando como impulso el tema de aquella organización criminal. Miró a Shanise, después miró a Hanabi, e inclinó la cabeza—. Debo pediros disculpas. Me equivoqué. Creí que Kusagakure y el País del Bosque quedaban aparte de las intenciones de Dragón Rojo, pero después de ese ataque coordinado en el Valle de los Dojos ha quedado claro que no es así —La Morikage volvió a levantar la barbilla—. Es mi deber velar por la seguridad de mi aldea. Por eso, Arashikage-dono, Uzukage-dono, pueden contar con nosotros al respecto de este tema. Sobre todo contra unos enemigos como los que vimos en el estadio. Amegakure y Uzushiogakure han tenido shinobi exiliados en esa banda, por lo que presupongo que tenéis más información sobre ellos que yo. Por eso también me gustaría pediros que compartiéseis dicha información.