10/01/2016, 20:33
Sin embargo, Mitsuki sonrió divertida.
—No, no creo— contesto la joven mientras devolvía la mirada al pelirrojo—. Estoy casi segura de que lo he visto en la aldea, sin embargo, en mi defensa debo añadir que han sido demasiadas personas y lugares en apenas unos meses. Aún me cuesta ubicarme en Uzushio. Demasiados cambios en poco tiempo, creo —se sinceró la Hyuga, sonriendo inocentemente.
«¿Es posible que sea nueva en la aldea?» Se preguntó Ayame, ladeando ligeramente la cabeza con curiosidad.
Sin embargo, antes de que pudiera preguntar al respecto, Yota rompió sus pensamientos en mil pedazos:
—¡Hey, hey, hey! —exclamó, haciendo un gesto de desaprobación con los brazos—. Nada de secretitos, ¿Eh? ¡Que no soy un maldito mueble!
—Lo siento, lo siento —se disculpó la peliblanca mientras daba un par de pasos en dirección al pelirrojo—. A veces las chicas deben hablar de cosas de chicas —bromeó.
Ayame respondió con una sonrisa nerviosa, apurada ante el espectáculo. Sin embargo, Yota también dio un paso al frente, mirándola con tal fijeza que se vio obligada a apartar la mirada para romper el contacto visual con el pelirrojo.
-Ahora te toca a ti, kunoichi de la Lluvia. Todavía no sé tu nombre.
Ayame suspiró, algo más relajada. No parecía haber ningún tipo de peligro con aquellos dos shinobis de Uzushiogakure, por lo que no tenía sentido seguir escondiendo su nombre como si su vida dependiera de ello.
—Me llamo Aotsuki Ayame, es un placer —se presentó, y en ese momento alzó la mano para ajustarse la bandana que llevaba anudada en torno a la frente—. Esto... Yota-san, ¿has dicho que eres un ninja-araña? ¿Cómo es eso posible? ¿Dónde están tus otros cuatro brazos? —preguntó inocentemente, incapaz de contenerse por más tiempo.
—No, no creo— contesto la joven mientras devolvía la mirada al pelirrojo—. Estoy casi segura de que lo he visto en la aldea, sin embargo, en mi defensa debo añadir que han sido demasiadas personas y lugares en apenas unos meses. Aún me cuesta ubicarme en Uzushio. Demasiados cambios en poco tiempo, creo —se sinceró la Hyuga, sonriendo inocentemente.
«¿Es posible que sea nueva en la aldea?» Se preguntó Ayame, ladeando ligeramente la cabeza con curiosidad.
Sin embargo, antes de que pudiera preguntar al respecto, Yota rompió sus pensamientos en mil pedazos:
—¡Hey, hey, hey! —exclamó, haciendo un gesto de desaprobación con los brazos—. Nada de secretitos, ¿Eh? ¡Que no soy un maldito mueble!
—Lo siento, lo siento —se disculpó la peliblanca mientras daba un par de pasos en dirección al pelirrojo—. A veces las chicas deben hablar de cosas de chicas —bromeó.
Ayame respondió con una sonrisa nerviosa, apurada ante el espectáculo. Sin embargo, Yota también dio un paso al frente, mirándola con tal fijeza que se vio obligada a apartar la mirada para romper el contacto visual con el pelirrojo.
-Ahora te toca a ti, kunoichi de la Lluvia. Todavía no sé tu nombre.
Ayame suspiró, algo más relajada. No parecía haber ningún tipo de peligro con aquellos dos shinobis de Uzushiogakure, por lo que no tenía sentido seguir escondiendo su nombre como si su vida dependiera de ello.
—Me llamo Aotsuki Ayame, es un placer —se presentó, y en ese momento alzó la mano para ajustarse la bandana que llevaba anudada en torno a la frente—. Esto... Yota-san, ¿has dicho que eres un ninja-araña? ¿Cómo es eso posible? ¿Dónde están tus otros cuatro brazos? —preguntó inocentemente, incapaz de contenerse por más tiempo.