28/09/2020, 08:34
Al parecer, la visita del bijū había sido una sorpresa para todos. No como la habilidad de Datsue, que había sido una sorpresa únicamente para Hanabi.
—¡Un truquito dice, un truquito! —se indignó. «Espero que Shukaku no intente nada raro, por el bien de todos»
—Y...Yo... —balbuceó—. Cuando estaba evacuando en el estadio, Uzukage-sama, me cayeron unos escombros encima y quedé inconsciente... Hace poco que desperté y a veces incluso me cuesta recordar algunas cosas... —explicó, abochornada—. Lo siento muchísimo, debería haberlo reportado.
El Uzukage se sintió mal por el mero hecho de haberlo preguntado. Negó con la cabeza, y puso una mano en el hombro de Eri.
—Sólo estaba preocupado. Me alegro que estés bien. Y ahora... —dijo. Tragó saliva, y se dio la vuelta—. Voy a hacer mi trabajo. Lloradme si me muero. —El Sarutobi caminó no con toda su decisión al encuentro de Gyūki, quedándose prácticamente al lado de Shukaku, al quien le dirigió apenas una mirada de reojo. «Santo dios. Es Datsue, pero con esa mueca parece que quiera destriparnos a todos.»
Esperaba que no fuera así.
—¡Shukaku! No era mi intención tal "entrada triunfal". De hecho, creo que he causado el efecto contrario. —El bijū miró a Hanabi—. Siento haberos asustado, pero no se me ocurría otra forma de hablar con vosotros.
Sintiendo de nuevo la mirada de aquellos dos ojos blancos, Hanabi se achantó un poquito. Pudo sentir la sonrisa burlona de Shukaku sin siquiera mirarlo.
—Y... y bien. ¿De qué querías... hablar? ¿Gyūki, verdad?
—Sí. ¿Y usted?
—Sarutobi Hanabi.
Sarutobi Hanabi dio un saltito cuando el Hachibi resopló, dejando escapar dos pequeñas nubes de vaho de entre aquellos dientes, permanentemente cerrados. Su voz, espectral, sonó tras ellos:
—Veo que mi mayor deseo se ha hecho realidad. Que humanos y bijū están colaborando.
—Algo así. Me gustaría creer que sí —dijo Hanabi, no del todo convencido. Miró a Shukaku un momento.
—No sé cómo decirlo. Pero hace unos meses, noté algo. La presencia de Kurama. Entré en pánico, pero yo me encontraba en el fondo del mar. No ví nada raro. Pensé que podría tener algo que ver con el débil vínculo que uní a mi querido amigo Reiji. —Gyūki miró a Reiji—. ¿Entregaste mi mensaje, verdad? Gracias. —Resopló—. ¿Ha pasado algo recientemente, chico? ¿Has estado usando mi chakra estas semanas?
Hanabi tragó saliva.
La General del estadio.
—Lo cierto es que...
—¡Un truquito dice, un truquito! —se indignó. «Espero que Shukaku no intente nada raro, por el bien de todos»
—Y...Yo... —balbuceó—. Cuando estaba evacuando en el estadio, Uzukage-sama, me cayeron unos escombros encima y quedé inconsciente... Hace poco que desperté y a veces incluso me cuesta recordar algunas cosas... —explicó, abochornada—. Lo siento muchísimo, debería haberlo reportado.
El Uzukage se sintió mal por el mero hecho de haberlo preguntado. Negó con la cabeza, y puso una mano en el hombro de Eri.
—Sólo estaba preocupado. Me alegro que estés bien. Y ahora... —dijo. Tragó saliva, y se dio la vuelta—. Voy a hacer mi trabajo. Lloradme si me muero. —El Sarutobi caminó no con toda su decisión al encuentro de Gyūki, quedándose prácticamente al lado de Shukaku, al quien le dirigió apenas una mirada de reojo. «Santo dios. Es Datsue, pero con esa mueca parece que quiera destriparnos a todos.»
Esperaba que no fuera así.
—¡Shukaku! No era mi intención tal "entrada triunfal". De hecho, creo que he causado el efecto contrario. —El bijū miró a Hanabi—. Siento haberos asustado, pero no se me ocurría otra forma de hablar con vosotros.
Sintiendo de nuevo la mirada de aquellos dos ojos blancos, Hanabi se achantó un poquito. Pudo sentir la sonrisa burlona de Shukaku sin siquiera mirarlo.
—Y... y bien. ¿De qué querías... hablar? ¿Gyūki, verdad?
—Sí. ¿Y usted?
—Sarutobi Hanabi.
Sarutobi Hanabi dio un saltito cuando el Hachibi resopló, dejando escapar dos pequeñas nubes de vaho de entre aquellos dientes, permanentemente cerrados. Su voz, espectral, sonó tras ellos:
—Veo que mi mayor deseo se ha hecho realidad. Que humanos y bijū están colaborando.
—Algo así. Me gustaría creer que sí —dijo Hanabi, no del todo convencido. Miró a Shukaku un momento.
—No sé cómo decirlo. Pero hace unos meses, noté algo. La presencia de Kurama. Entré en pánico, pero yo me encontraba en el fondo del mar. No ví nada raro. Pensé que podría tener algo que ver con el débil vínculo que uní a mi querido amigo Reiji. —Gyūki miró a Reiji—. ¿Entregaste mi mensaje, verdad? Gracias. —Resopló—. ¿Ha pasado algo recientemente, chico? ¿Has estado usando mi chakra estas semanas?
Hanabi tragó saliva.
La General del estadio.
—Lo cierto es que...