3/10/2020, 04:16
El Uchiha le entregó a la genin el pergamino, y remarcó que la presunta banda de maleantes juveniles parecía estar frecuentando el parque y la zona de la biblioteca, pero que coincidía en que ir a hablar con Miyamoto era una buena idea. Incentivó el camino, en lo que la chica intentaba leer el contenido del pergamino. Al parecer Datsue se sabía más que de memoria el camino, pues había tomado varios libros prestados de la susodicha biblioteca.
—Yo también debería empezar a hacer lo mismo... jajajaja.
El camino prosiguió, siendo que éste no era muy extenso llegarían en no demasiado tiempo. Para cuando llegasen, podrían observar que las puertas de la biblioteca estaban abiertas, sujetas principalmente por un cubo de agua, unas fregonas y varios trapos. El agua del cubo parecía recién cambiada, aunque los trapos y la fregona no corrían la misma suerte; se denotaban bastante deteriorados, y sobretodo manchados de pintura.
—Vaya.
¿Qué podía decir? Parecía que alguien había tenido que usar varias veces ese material de limpieza.
Al atravesar el umbral de la puerta de la biblioteca, podrían ver que el dueño dela misma se encontraba en el lateral izquierdo, justo donde había un habitáculo que de seguro servía como pañol para el material. El hombre salía con un delantal bastante manchado de la misma, con un bote de lejía y otro de agua fuerte, además de un rascador. Refunfuñaba, visiblemente enfadado, en lo que parecía un dialecto casi incomprensible.
—Cagoenlaputisimadredelosmalparidosestosconsusmuertosacaballosobrelatumbadesusmadresjoderya
—Buenos días, señor Miyamoto —interrumpió la pelirroja el salmo del hombre.
Éste la miró, arqueó una ceja y conservó la cara de pocos amigos —Si venís a por libros, la biblioteca está cerrrrrada.
A decir verdad, no se veía a nadie más en la biblioteca, parecía estar desierta.
—Yo también debería empezar a hacer lo mismo... jajajaja.
El camino prosiguió, siendo que éste no era muy extenso llegarían en no demasiado tiempo. Para cuando llegasen, podrían observar que las puertas de la biblioteca estaban abiertas, sujetas principalmente por un cubo de agua, unas fregonas y varios trapos. El agua del cubo parecía recién cambiada, aunque los trapos y la fregona no corrían la misma suerte; se denotaban bastante deteriorados, y sobretodo manchados de pintura.
—Vaya.
¿Qué podía decir? Parecía que alguien había tenido que usar varias veces ese material de limpieza.
Al atravesar el umbral de la puerta de la biblioteca, podrían ver que el dueño dela misma se encontraba en el lateral izquierdo, justo donde había un habitáculo que de seguro servía como pañol para el material. El hombre salía con un delantal bastante manchado de la misma, con un bote de lejía y otro de agua fuerte, además de un rascador. Refunfuñaba, visiblemente enfadado, en lo que parecía un dialecto casi incomprensible.
—Cagoenlaputisimadredelosmalparidosestosconsusmuertosacaballosobrelatumbadesusmadresjoderya
—Buenos días, señor Miyamoto —interrumpió la pelirroja el salmo del hombre.
Éste la miró, arqueó una ceja y conservó la cara de pocos amigos —Si venís a por libros, la biblioteca está cerrrrrada.
A decir verdad, no se veía a nadie más en la biblioteca, parecía estar desierta.