11/01/2016, 18:37
Cual mujer, Blame intentaba elaborar varias acciones en la misma linea temporal. Estaba comprando una curiosa capa de viaje, a la par que negociaba un suculento trato en el cuál podía hasta satisfacer su sed de liberación con un poco de suerte. Sed de liberación, puesto que el no mata, el libra de una vida de sufrimiento; obviamente.
«¿Cuanto debería pedirle? ... ¿Cuanto sería lo normal?»
No hacía mas que preguntarse eso cuando el viajero volvió a abrir la boca, buscando responder a sus tres reglas. Reglas que acababa de inventarse, pero había quedado competentes y todo. Le mostró una especie de monedero, donde guardaba varias monedas y billetes, el dinero siempre estaba presente en cualquier trato. Algo menos de lo que preocuparse. Tras ello, contestó a lo del nombre, ya le había dado su verdadero nombre, y afirmaba que le daría un apodo fácil de recordar para que no lo volviese a olvidar. Sin embargo, no llegó a darlo, el comercio del albino estaba entre medio, o simplemente se trabó. No soltó una misera palabra mas.
«Pero si lo que quería era un nombre ajeno al suyo... por si quería que no supiesen su verdadero nombre...»
No pudo ni tan siquiera expresarlo en el momento, cuando de pronto el chico exclamó que ese precio era desorbitado. El albino volvió la mirada hacia el chico, escuchando su queja al completo. El tendero por otro lado, no pudo evitar enrojecer cual tomate. Quizás ira, o simple vergüenza. Le estaban dejando en evidencia, y eso a nadie le sienta bien. Mas aún cuando se tiene razón.
Datsue arremetía con todas las de buen mercader, un digno regateador de cuidado. Le buscó hasta faltas en el remachado, aunque realmente no era cierto. Fuere como fuere, comparaba su artefacto shinobi con la prenda, y evidentemente juzgaba eso como un robo. Blame volvió la mirada hacia el tendero, al cual el sudor le atacaba cual escorpión a tarántula.
—¿¡Pero cómo va a comparar usted, buen señor, un arma que crean en masa a una capa elaborada a mano y con las mejores pieles!? IMPOSIBLE, ésta calidad no se encuentra en cualquier lado! Es una ganga, y ya le he dejado el precio al 30% de su coste!— Contestó furibundo.
Blame dejó la capa sobre el escaparate de nuevo, y se llevó la mano al mentón. Frotó con perseverancia su facción, meditando sobre lo dicho. Cada uno llevaba su parte de razón, y el dinero tampoco es que le sobrase...
—Mmmm... pues ahora que lo dices, Fuego, sí que es algo caro...—
—180 ryos! 180 y es tuya! NI UN RYO MENOS! Me estáis robando, jóvenes bribones!— Apresuró a rebatir.
Evidentemente, el precio había mejorado. Menos da una piedra, o eso suelen decir. Ahora si, el albino sacó su cartera, y se disponía a pagar. Entre tanto, el comerciante casi parecía desear que Datsue cerrase la boca, estaba echando a perder sus beneficios.
—Lo del nombre lo decía por la situación, no creo que sea buena idea pregonar tu nombre por lugares donde necesitas a alguien para que te acompañe... Al menos yo no lo haría... La venganza se suele servir en un plato bien frío.— Ahora sí, le contra argumentó con su pensar al viajero.
Casi sin haberse dado cuenta, ya le había puesto un mote, el de su primera sensación. Aquél escupellamas debía llamarse Fuego. Así, simple y sencillo.
El trato de la capa estaba a punto de sellarse, pues el albino estaba dispuesto a darle el dinero. Realmente era un buen precio.
«¿Cuanto debería pedirle? ... ¿Cuanto sería lo normal?»
No hacía mas que preguntarse eso cuando el viajero volvió a abrir la boca, buscando responder a sus tres reglas. Reglas que acababa de inventarse, pero había quedado competentes y todo. Le mostró una especie de monedero, donde guardaba varias monedas y billetes, el dinero siempre estaba presente en cualquier trato. Algo menos de lo que preocuparse. Tras ello, contestó a lo del nombre, ya le había dado su verdadero nombre, y afirmaba que le daría un apodo fácil de recordar para que no lo volviese a olvidar. Sin embargo, no llegó a darlo, el comercio del albino estaba entre medio, o simplemente se trabó. No soltó una misera palabra mas.
«Pero si lo que quería era un nombre ajeno al suyo... por si quería que no supiesen su verdadero nombre...»
No pudo ni tan siquiera expresarlo en el momento, cuando de pronto el chico exclamó que ese precio era desorbitado. El albino volvió la mirada hacia el chico, escuchando su queja al completo. El tendero por otro lado, no pudo evitar enrojecer cual tomate. Quizás ira, o simple vergüenza. Le estaban dejando en evidencia, y eso a nadie le sienta bien. Mas aún cuando se tiene razón.
Datsue arremetía con todas las de buen mercader, un digno regateador de cuidado. Le buscó hasta faltas en el remachado, aunque realmente no era cierto. Fuere como fuere, comparaba su artefacto shinobi con la prenda, y evidentemente juzgaba eso como un robo. Blame volvió la mirada hacia el tendero, al cual el sudor le atacaba cual escorpión a tarántula.
—¿¡Pero cómo va a comparar usted, buen señor, un arma que crean en masa a una capa elaborada a mano y con las mejores pieles!? IMPOSIBLE, ésta calidad no se encuentra en cualquier lado! Es una ganga, y ya le he dejado el precio al 30% de su coste!— Contestó furibundo.
Blame dejó la capa sobre el escaparate de nuevo, y se llevó la mano al mentón. Frotó con perseverancia su facción, meditando sobre lo dicho. Cada uno llevaba su parte de razón, y el dinero tampoco es que le sobrase...
—Mmmm... pues ahora que lo dices, Fuego, sí que es algo caro...—
—180 ryos! 180 y es tuya! NI UN RYO MENOS! Me estáis robando, jóvenes bribones!— Apresuró a rebatir.
Evidentemente, el precio había mejorado. Menos da una piedra, o eso suelen decir. Ahora si, el albino sacó su cartera, y se disponía a pagar. Entre tanto, el comerciante casi parecía desear que Datsue cerrase la boca, estaba echando a perder sus beneficios.
—Lo del nombre lo decía por la situación, no creo que sea buena idea pregonar tu nombre por lugares donde necesitas a alguien para que te acompañe... Al menos yo no lo haría... La venganza se suele servir en un plato bien frío.— Ahora sí, le contra argumentó con su pensar al viajero.
Casi sin haberse dado cuenta, ya le había puesto un mote, el de su primera sensación. Aquél escupellamas debía llamarse Fuego. Así, simple y sencillo.
El trato de la capa estaba a punto de sellarse, pues el albino estaba dispuesto a darle el dinero. Realmente era un buen precio.