11/01/2016, 23:08
Daba la sensación de que la Hyuga estaba disfrutando del ameno paseo, así como de lo que veían sus ojos blanquecinos. Y eso era importante. Mucho más de lo que creía la extranjera. Pero Shiona lo tenía presente y obviamente lo valoraba positivamente. Era primordial que Mitsuki se sintiese como en casa y posiblemente sus primeros días en Uzushiogakure, sus primeras amistades en la zona, todo aquella la marcase y estableciese el devenir de la muchacha como kunoichi del Remolino.
Pero antes de que todo eso llegase, Shiona tenía que hacer algo con ella.
—Cuando usted quiera, Shiona-sama—
-Entonces no perdamos más tiempo-
Mostró de nuevo su maternal sonrisa mientras apoyaba suavemente su mano en la espalda de la chiquilla de nuevo y daba el primer paso.
El primero de los muchos que daría hasta llegar a aquel puente carmesí que daba acceso a la edificación gubernamental de la aldea. Lo atravesaron a paso tranquilo y pronto acabarían aquel portón de bambú entreabierto que daba paso al interior del edificio. Una vez dentro, varios trabajadores realizaban sus tareas, varios jonin con sus chalecos ninja iban de aquí para allá, la mujer de la recepción revisaba varias ontañas de papeles y, una vez más, al paso de Uzumaki Shiona, los trabajadores saludaban con una reverencia.
-Ocupate de que no venga nadie al despacho hasta que hayamos acabado Mitsuki y yo-
-Como desee, Shiona-sama-
-Gracias- sonrió de nuevo y le devolvió la mirada a la Hyuga -Ahora sí, vamos a ver tu regalo-
Subieron las escaleras de la barandilla carmesí y llegaron hasta un cruce de pasillos. Shiona se sabía el camino a la perfección. De hecho, lo raro es que no lo hiciese con los ojos cerrados. Es más, si fuera sonambula el primer lugar en el que se la tendría que buscar sería este.
Pasilloç de la derecha cuarta puerta a la derecha. Aquella que era más grande y de madera maciza. Giró el pomo dorado y ambas pudieron acceder a su interior.
-Toma asiento, por favor-
Indicó un par de butacas que habían a un lado de un escritorio generoso de madera opaca en el que se aglomeraban varios montones de folios. Cerca de él varios armarios, ordenados alfabeticamente, aunque antes de la A había una S. Curioso orden. Un orden por cierto, bastante enfermizo, y Mitsuki podría darse cuenta. Hasta el polvo estaba ordenado cuidadosamente. A decir verdad, tanta pulcritud y tanto orden daba escalofríos y un poco de grima.
Shiona sustrajó una caja de uno de esos armarios y se sentó al otro lado del escritorio, en su butaca posando la cajita encima de la mesa y acercandola hasta su nueva gennin.
-Ábrelo, es tu regalo-
La caja, negra y con detalles rojo oscuro era de un tamaño pequeño. En su interior lucía la bandana de Mitsuki. Había sido limpiada y el metal relucía como el mismísimo astro rey. Todo había estado dispuesto para aquella gran ocasión.
Pero antes de que todo eso llegase, Shiona tenía que hacer algo con ella.
—Cuando usted quiera, Shiona-sama—
-Entonces no perdamos más tiempo-
Mostró de nuevo su maternal sonrisa mientras apoyaba suavemente su mano en la espalda de la chiquilla de nuevo y daba el primer paso.
El primero de los muchos que daría hasta llegar a aquel puente carmesí que daba acceso a la edificación gubernamental de la aldea. Lo atravesaron a paso tranquilo y pronto acabarían aquel portón de bambú entreabierto que daba paso al interior del edificio. Una vez dentro, varios trabajadores realizaban sus tareas, varios jonin con sus chalecos ninja iban de aquí para allá, la mujer de la recepción revisaba varias ontañas de papeles y, una vez más, al paso de Uzumaki Shiona, los trabajadores saludaban con una reverencia.
-Ocupate de que no venga nadie al despacho hasta que hayamos acabado Mitsuki y yo-
-Como desee, Shiona-sama-
-Gracias- sonrió de nuevo y le devolvió la mirada a la Hyuga -Ahora sí, vamos a ver tu regalo-
Subieron las escaleras de la barandilla carmesí y llegaron hasta un cruce de pasillos. Shiona se sabía el camino a la perfección. De hecho, lo raro es que no lo hiciese con los ojos cerrados. Es más, si fuera sonambula el primer lugar en el que se la tendría que buscar sería este.
Pasilloç de la derecha cuarta puerta a la derecha. Aquella que era más grande y de madera maciza. Giró el pomo dorado y ambas pudieron acceder a su interior.
-Toma asiento, por favor-
Indicó un par de butacas que habían a un lado de un escritorio generoso de madera opaca en el que se aglomeraban varios montones de folios. Cerca de él varios armarios, ordenados alfabeticamente, aunque antes de la A había una S. Curioso orden. Un orden por cierto, bastante enfermizo, y Mitsuki podría darse cuenta. Hasta el polvo estaba ordenado cuidadosamente. A decir verdad, tanta pulcritud y tanto orden daba escalofríos y un poco de grima.
Shiona sustrajó una caja de uno de esos armarios y se sentó al otro lado del escritorio, en su butaca posando la cajita encima de la mesa y acercandola hasta su nueva gennin.
-Ábrelo, es tu regalo-
La caja, negra y con detalles rojo oscuro era de un tamaño pequeño. En su interior lucía la bandana de Mitsuki. Había sido limpiada y el metal relucía como el mismísimo astro rey. Todo había estado dispuesto para aquella gran ocasión.
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