12/01/2016, 00:37
-Entonces no perdamos más tiempo- Mostró de nuevo su maternal sonrisa mientras apoyaba suavemente su mano en la espalda de la chiquilla de nuevo y daba el primer paso.
Mitsuki notó como la Uzukage la empujaba con suavidad hacia el camino correcto, en dirección al primer puente al que después siguieron tantos que la Hyuga casi perdió la cuenta aunque juraría que fueron unos diez o al menos eso es lo que creía. Iba tan distraída con el entorno, que le costo prestar atención al sendero.
Antes de que la peliblanca se diese cuenta, se encontraba entrando en el imponente edificio que acogía el despacho de la kage. Nada más entrar, la pelirroja, ordeno a la recepcionista que no fuese molestada mientras durase su reunión con la de Kusabi. La mujer tras el mostrador respondió sin cuestionar la orden, dedicandole tan solo una fugaz mirada a la recién llegada antes de volver a sus quehaceres. Mitsuki le devolvió una fugaz sonrisa y nerviosa sonrisa.
La Uzukage volvió a hablar para indicarle a la joven que la siguiese de nuevo, ahora si se dirigían al despacho. Shiona se movía por aquel edifcio sin dudar, a pesar de la multitud de pasillos y escaleras que lo componían y de nuevo, antes de que pudiese darse cuenta se veía atravesando una amplía puerta de madera de pomo dorado que la pelirroja abrío de par en par invitandola a entrar.
Con un suave gesto le indico que tomase asiento frente a una gran mesa de madera oscura, sobre la que descansaban montañas de documentos. Mitsuki tomo asiento el la butaca que había justo a la derecha, en la parte donde parecía que había un claro de la mesa. Tan sólo pudo dedicar una rápida mirada a la habitación que lucía impoluta, ordenada hasta lo extremo. Justo entonces, la mujer reclamo su atención mientras dejaba sobre la mesa una cajita negra con pequeños detalles en rojo que parecían ser remolinos chiquititos.
-Abrelo, es tu regalo-
La joven alargo su mano un poco nerviosa para atraer la cajita hacia sí, antes de abrirla cuidadosamente desvelando el brillo de una inmaculada placa de metal en la cual lucía el símbolo de la Aldea. Había visto multitud de ellas, desde en la frente de los gemelos que la acompañaron en el viaje a Uzu, hasta en los guardias de la villa. No le costo nada reconocer el regalo como la bandana que la distinguía como shinobi de la misma.
—Es un honor recibirla de usted— la joven hizo una pequeña reverencia mientras sacaba cuidadosamente la bandana del interior de la caja, lo que hizo que las dos bridas de tela que la sostenían cayesen suavemente hacia abajo, eran de color blanco a diferencia de las habituales de color rojo. Mitsuki interpreto aquello como un gesto hacia su procedencia, ya que el color que simbolizaba Kusabi era el blanco —Espero estar a la altura de servir a usted y a su pueblo— la joven clavó su mirada en las purporeas esferas que tenía por ojos la mujer que tenía frente a ella, para demostrar así su compromiso —Muchas gracias—
Mitsuki notó como la Uzukage la empujaba con suavidad hacia el camino correcto, en dirección al primer puente al que después siguieron tantos que la Hyuga casi perdió la cuenta aunque juraría que fueron unos diez o al menos eso es lo que creía. Iba tan distraída con el entorno, que le costo prestar atención al sendero.
Antes de que la peliblanca se diese cuenta, se encontraba entrando en el imponente edificio que acogía el despacho de la kage. Nada más entrar, la pelirroja, ordeno a la recepcionista que no fuese molestada mientras durase su reunión con la de Kusabi. La mujer tras el mostrador respondió sin cuestionar la orden, dedicandole tan solo una fugaz mirada a la recién llegada antes de volver a sus quehaceres. Mitsuki le devolvió una fugaz sonrisa y nerviosa sonrisa.
La Uzukage volvió a hablar para indicarle a la joven que la siguiese de nuevo, ahora si se dirigían al despacho. Shiona se movía por aquel edifcio sin dudar, a pesar de la multitud de pasillos y escaleras que lo componían y de nuevo, antes de que pudiese darse cuenta se veía atravesando una amplía puerta de madera de pomo dorado que la pelirroja abrío de par en par invitandola a entrar.
Con un suave gesto le indico que tomase asiento frente a una gran mesa de madera oscura, sobre la que descansaban montañas de documentos. Mitsuki tomo asiento el la butaca que había justo a la derecha, en la parte donde parecía que había un claro de la mesa. Tan sólo pudo dedicar una rápida mirada a la habitación que lucía impoluta, ordenada hasta lo extremo. Justo entonces, la mujer reclamo su atención mientras dejaba sobre la mesa una cajita negra con pequeños detalles en rojo que parecían ser remolinos chiquititos.
-Abrelo, es tu regalo-
La joven alargo su mano un poco nerviosa para atraer la cajita hacia sí, antes de abrirla cuidadosamente desvelando el brillo de una inmaculada placa de metal en la cual lucía el símbolo de la Aldea. Había visto multitud de ellas, desde en la frente de los gemelos que la acompañaron en el viaje a Uzu, hasta en los guardias de la villa. No le costo nada reconocer el regalo como la bandana que la distinguía como shinobi de la misma.
—Es un honor recibirla de usted— la joven hizo una pequeña reverencia mientras sacaba cuidadosamente la bandana del interior de la caja, lo que hizo que las dos bridas de tela que la sostenían cayesen suavemente hacia abajo, eran de color blanco a diferencia de las habituales de color rojo. Mitsuki interpreto aquello como un gesto hacia su procedencia, ya que el color que simbolizaba Kusabi era el blanco —Espero estar a la altura de servir a usted y a su pueblo— la joven clavó su mirada en las purporeas esferas que tenía por ojos la mujer que tenía frente a ella, para demostrar así su compromiso —Muchas gracias—