5/11/2020, 21:38
—Sabrán los dioses, que clase de sacrificio requiere semejante bestia mecánica para simpatizar con el trabajo de un simple mortal —respondió en forma fatalista.
—Para ser más preciso —interrumpió un joven que venia del escenario y que las manos y la cara manchadas de grasa—, el operario anterior renuncio sin decirle explicarle a nadie como funcionaba.
—Ese ingrato e inconsciente, espero le den una buena tunda en el averno. Mira que escaparse con una de las camareras como si fuera un marino cautivo de las sirenas, como si no tuviera el deber de compartir los fuegos de la invención con los demás.
—No estamos en blanco, señor —tercio el muchacho—. Sabemos que debe hacer, es solo que… el patrón del mecanismo es más complejo de lo que un mecánico promedio podría manejar.
—Unos inútiles es lo que son… —gruño con acides.
—En vista de aquí todos somos unos ignorantes —dijo, haciendo énfasis con la mirada en su jefe—, sería bueno conseguir a alguien diestro en estas cosas, pues cualquier al ayuda es bien recibida.
—No entiendo, ¿Qué es tan difícil? Les he visto manejar maquinaria más voluminosa con mucha soltura.
—Bueno, señor —comenzó el joven—. La máquina está configurada como un reloj, con doce posiciones dispuestas según el orden natural de las manecillas, yendo del uno al doce… Este patrón determina el movimiento de la maquina según algún calculo numérico. El patrón creciente anterior era bueno para la anterior puesta en escena, pero ahora necesitamos algo diferente: necesitamos un patrón de seis pares cuyos valores sumados sean iguales… Así podríamos manejar los seis actos con la misma velocidad.
—En el idioma de los mortales…
—Esta complicada la cosa…
La noche llevo a Datsue a un suburbio bien cuidado, aunque algo ruidoso. La dirección a la que había llegado correspondía a casa de empeño que también era una tienda de antigüedades.
Si quería acceder, primero tendría que mostrar su placa de participante. Esta seria examinada por una muchacha que, con una lupa, la detallaría como si estuviese clasificando diamantes. Con aquello terminado, podría acceder y acercarse al mostrador. Allí yacería un anciano cuya avanzada edad hacia intuir que con frecuencia saludaba a la muerte cuando esta pasaba al otro lado de la calle. Sin embargo, sus manos se movían con una agilidad pasmosa mientras hacia un trabajo de restauración en un viejo reloj de mano.
En cuanto el joven se acercase, el anciano que yacía bajo la intensa luz de una lámpara verde, levantaría la vista y, a través de sus gruesos anteojos de botella plomiza miraría y diría:
—Aquí vamos de nuevo —se resignó—. ¿Ha traído las monedas que se le dieron? Solo con ellas podrá pagar lo que se me encargo darle.
El Uchiha, ante la duda de cuál de los dos tipos de moneda era la correcta, debía de poner todas sobre la mesa. Ante esto, el anciano se limitaría a tomar las monedas de plata y hacerlas bailar entre sus manos, para luego hacer lo mismo con las de níquel.
—12 de plata y 3 de níquel —confirmo.
—Lo bueno es que el precio del equipo son 11 monedas de plata, lo malo es que una de estas monedas es falsa, no la aceptare y solo tiene un intento de pago —revelo de pronto aquel anciano con su voz de casi muerto—. La diferencia de la pérfida es solo de una parte de miligramo. Por suerte, además de mis manos hay en esta tienda una balanza de platillos lo suficientemente sensible como para identificar cual es cual, siendo que todas las demás son exactamente iguales.
Levanto un dedo y señalo hacia una esquina.
—Allí está la balanza de platillos gemelos —dijo haciendo referencia al artefacto que parecía una de esas modernas máquinas de disco—. Para que funcione hay que pagar cada vez que se vaya a medir. Ya sabe, mete una de esas monedas de níquel en la hendidura y a pesar… Mola mucho.
—Para ser más preciso —interrumpió un joven que venia del escenario y que las manos y la cara manchadas de grasa—, el operario anterior renuncio sin decirle explicarle a nadie como funcionaba.
—Ese ingrato e inconsciente, espero le den una buena tunda en el averno. Mira que escaparse con una de las camareras como si fuera un marino cautivo de las sirenas, como si no tuviera el deber de compartir los fuegos de la invención con los demás.
—No estamos en blanco, señor —tercio el muchacho—. Sabemos que debe hacer, es solo que… el patrón del mecanismo es más complejo de lo que un mecánico promedio podría manejar.
—Unos inútiles es lo que son… —gruño con acides.
—En vista de aquí todos somos unos ignorantes —dijo, haciendo énfasis con la mirada en su jefe—, sería bueno conseguir a alguien diestro en estas cosas, pues cualquier al ayuda es bien recibida.
—No entiendo, ¿Qué es tan difícil? Les he visto manejar maquinaria más voluminosa con mucha soltura.
—Bueno, señor —comenzó el joven—. La máquina está configurada como un reloj, con doce posiciones dispuestas según el orden natural de las manecillas, yendo del uno al doce… Este patrón determina el movimiento de la maquina según algún calculo numérico. El patrón creciente anterior era bueno para la anterior puesta en escena, pero ahora necesitamos algo diferente: necesitamos un patrón de seis pares cuyos valores sumados sean iguales… Así podríamos manejar los seis actos con la misma velocidad.
—En el idioma de los mortales…
—Esta complicada la cosa…
12
11…..…..….....1
10…….……........…….2
9.....………........................3
8…….……........…….4
7…..…..….....5
6
11…..…..….....1
10…….……........…….2
9.....………........................3
8…….……........…….4
7…..…..….....5
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La noche llevo a Datsue a un suburbio bien cuidado, aunque algo ruidoso. La dirección a la que había llegado correspondía a casa de empeño que también era una tienda de antigüedades.
Si quería acceder, primero tendría que mostrar su placa de participante. Esta seria examinada por una muchacha que, con una lupa, la detallaría como si estuviese clasificando diamantes. Con aquello terminado, podría acceder y acercarse al mostrador. Allí yacería un anciano cuya avanzada edad hacia intuir que con frecuencia saludaba a la muerte cuando esta pasaba al otro lado de la calle. Sin embargo, sus manos se movían con una agilidad pasmosa mientras hacia un trabajo de restauración en un viejo reloj de mano.
En cuanto el joven se acercase, el anciano que yacía bajo la intensa luz de una lámpara verde, levantaría la vista y, a través de sus gruesos anteojos de botella plomiza miraría y diría:
—Aquí vamos de nuevo —se resignó—. ¿Ha traído las monedas que se le dieron? Solo con ellas podrá pagar lo que se me encargo darle.
El Uchiha, ante la duda de cuál de los dos tipos de moneda era la correcta, debía de poner todas sobre la mesa. Ante esto, el anciano se limitaría a tomar las monedas de plata y hacerlas bailar entre sus manos, para luego hacer lo mismo con las de níquel.
—12 de plata y 3 de níquel —confirmo.
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—Lo bueno es que el precio del equipo son 11 monedas de plata, lo malo es que una de estas monedas es falsa, no la aceptare y solo tiene un intento de pago —revelo de pronto aquel anciano con su voz de casi muerto—. La diferencia de la pérfida es solo de una parte de miligramo. Por suerte, además de mis manos hay en esta tienda una balanza de platillos lo suficientemente sensible como para identificar cual es cual, siendo que todas las demás son exactamente iguales.
Levanto un dedo y señalo hacia una esquina.
—Allí está la balanza de platillos gemelos —dijo haciendo referencia al artefacto que parecía una de esas modernas máquinas de disco—. Para que funcione hay que pagar cada vez que se vaya a medir. Ya sabe, mete una de esas monedas de níquel en la hendidura y a pesar… Mola mucho.
![[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]](https://i.pinimg.com/originals/aa/b6/87/aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif)