25/01/2021, 22:57
Tras coger los trapos que le tendía Hayato, se adelantó momentáneamente para sostenerle la puerta de la taberna para que pudiera pasar lo más cómodamente posible, teniendo en cuenta que cargaba con aquella pesada olla, y después le siguió por las calles de Minori.
—En el mensaje decía que tenían a los enfermos en un salón de la escuela, donde había más espacio para tenerlos acostados juntos y así fuera más fácil su cuidado... —le explicó por el camino. Y entonces sus ojos viraron con cierta preocupación del vapor que brotaba de la olla al propio paisaje que les rodeaba—. Ayame, por favor amarra uno de los trapos al rededor de la cazuela, esto la aislará térmicamente... a menos que tengas algún jutsu que nos permita mantener esto bien caliente hasta la escuela...
—¡Oh, es cierto! —exclamó la kunoichi, exaltada. La olla estaba hecha de metal y, como tal, era muy buena conductora térmica. Si no tenían cuidado, y con aquel frío invernal, el agua podría enfriarse rápidamente y entonces no les serviría de nada. Por eso Ayame se apresuró a anudar uno de los trapos que llevaba en torno al cuerpo del objeto con un fuerte nudo—. Lo siento, lo cierto es que el calor no es lo mío. Esto tendrá que servir —se rio, nerviosa.
Echaron de nuevo a andar hacia la escuela, un edificio notoriamente reconocible por lo diferente de su estructura arquitectónica con respecto a las casitas que componían el resto de la villa. Aún quedaba algo lejos de su alcance.
—Si en algún momento necesitas que cambiemos de posiciones y cargue yo con el agua, dímelo, ¿vale? —le comentó, preocupada por el chico. A juzgar por sus brazos, no parecía especialmente fuerte, y cargar durante tanto tiempo con el agua podía llegar a ser pesado y doloroso. Lo último que necesitaban era tener un accidente con agua hirviendo—. ¿Has hecho esto más veces? —le preguntó, con curiosidad.
—En el mensaje decía que tenían a los enfermos en un salón de la escuela, donde había más espacio para tenerlos acostados juntos y así fuera más fácil su cuidado... —le explicó por el camino. Y entonces sus ojos viraron con cierta preocupación del vapor que brotaba de la olla al propio paisaje que les rodeaba—. Ayame, por favor amarra uno de los trapos al rededor de la cazuela, esto la aislará térmicamente... a menos que tengas algún jutsu que nos permita mantener esto bien caliente hasta la escuela...
—¡Oh, es cierto! —exclamó la kunoichi, exaltada. La olla estaba hecha de metal y, como tal, era muy buena conductora térmica. Si no tenían cuidado, y con aquel frío invernal, el agua podría enfriarse rápidamente y entonces no les serviría de nada. Por eso Ayame se apresuró a anudar uno de los trapos que llevaba en torno al cuerpo del objeto con un fuerte nudo—. Lo siento, lo cierto es que el calor no es lo mío. Esto tendrá que servir —se rio, nerviosa.
Echaron de nuevo a andar hacia la escuela, un edificio notoriamente reconocible por lo diferente de su estructura arquitectónica con respecto a las casitas que componían el resto de la villa. Aún quedaba algo lejos de su alcance.
—Si en algún momento necesitas que cambiemos de posiciones y cargue yo con el agua, dímelo, ¿vale? —le comentó, preocupada por el chico. A juzgar por sus brazos, no parecía especialmente fuerte, y cargar durante tanto tiempo con el agua podía llegar a ser pesado y doloroso. Lo último que necesitaban era tener un accidente con agua hirviendo—. ¿Has hecho esto más veces? —le preguntó, con curiosidad.