26/02/2021, 21:03
—S...supongo que no necesitarás mi ayuda, si... —respondió Hayato, apretando la mandíbula y frunciendo el ceño.
Y a Ayame no se le pasó por alto. Era consciente de la frustración que sentía el chico, de sus ganas de ayudar en el frente de batalla; pero si alguien debía quedarse cuidando de los enfermos, ese era él. Aunque muchos de ellos parecían encontrarse mejor, a juzgar por el sueño plácido de alguno y el ánimo renovado de otros, nada les aseguraba que no pudieran recaer en cualquier momento. Y él era el médico y Ayame no tenía experiencia cuidando de enfermos, por lo que no tenía sentido sugerir siquiera la idea de intercambiar papeles.
—Los acompañantes si desean ya pueden estar con sus familiares —indicó Hayato, con la misma autoridad y seguridad que había demostrado hasta el momento—. Cuando las toallas estén tibias, quítenselas. De vez en cuando, hagan ejercicios de respiración con ellos. Inspirar por 4 segundos, sostener 2 segundos y espirar por 4 segundos y manteniendo otros 2 segundos antes de volver a inspirar...
Y los familiares corrieron para comprobar el estado de sus seres queridos. Hayato se quitó la mascarilla, y Ayame, junto a él, le imitó.
—Me gustaría ir, no te lo niego, pero tienes razón. Estaré al pendiente si necesitas... algo... —añadió, dirigiéndose a Ayame, que sonrió con suavidad.
—Toma esto. Siempre llevo uno de repuesto por si acaso —dijo, rebuscando en su portaobjetos. De él sacó un pequeño comunicador que le tendió a Hayato. Y, mientras se señalaba su propia oreja, añadió—. Con esto estaremos en contacto. Si necesitas ayuda o cualquier cosa, háblame por él y estaré aquí en un parpadeo. Literalmente —añadió, guiñándole un ojo—. Yo me encargaré de los bandidos y de las medicinas. ¿Sabes dónde debo ir para encontrarlos?
Y a Ayame no se le pasó por alto. Era consciente de la frustración que sentía el chico, de sus ganas de ayudar en el frente de batalla; pero si alguien debía quedarse cuidando de los enfermos, ese era él. Aunque muchos de ellos parecían encontrarse mejor, a juzgar por el sueño plácido de alguno y el ánimo renovado de otros, nada les aseguraba que no pudieran recaer en cualquier momento. Y él era el médico y Ayame no tenía experiencia cuidando de enfermos, por lo que no tenía sentido sugerir siquiera la idea de intercambiar papeles.
—Los acompañantes si desean ya pueden estar con sus familiares —indicó Hayato, con la misma autoridad y seguridad que había demostrado hasta el momento—. Cuando las toallas estén tibias, quítenselas. De vez en cuando, hagan ejercicios de respiración con ellos. Inspirar por 4 segundos, sostener 2 segundos y espirar por 4 segundos y manteniendo otros 2 segundos antes de volver a inspirar...
Y los familiares corrieron para comprobar el estado de sus seres queridos. Hayato se quitó la mascarilla, y Ayame, junto a él, le imitó.
—Me gustaría ir, no te lo niego, pero tienes razón. Estaré al pendiente si necesitas... algo... —añadió, dirigiéndose a Ayame, que sonrió con suavidad.
—Toma esto. Siempre llevo uno de repuesto por si acaso —dijo, rebuscando en su portaobjetos. De él sacó un pequeño comunicador que le tendió a Hayato. Y, mientras se señalaba su propia oreja, añadió—. Con esto estaremos en contacto. Si necesitas ayuda o cualquier cosa, háblame por él y estaré aquí en un parpadeo. Literalmente —añadió, guiñándole un ojo—. Yo me encargaré de los bandidos y de las medicinas. ¿Sabes dónde debo ir para encontrarlos?