12/03/2021, 12:52
Había pasado más de un día desde que Kazuo y su hijo se habían subido a aquel tren en Uzushiogakure y, a decir verdad, no había sido el viaje más cómodo de sus vidas, sí, el sitio disponía de camas para dormir, pero en un espacio tan reducido que parecía que todo se te venía encima, por no hablar del constante movimiento del vagón, lo cual era de esperar pero seguía siendo molesto.
Los dos Sarutobi habían acudido a Yachi es busca de cierto proveedor de calabazas, sin duda, las mejores de todo Oonindo, según su padre, que quería negociar para poder incluir un plato con este ingrediente para su restaurante. ¿Qué pintaba Saori allí? Bueno, no iba a perder la oportunidad de salir de la Villa por primera vez ahora que se había convertido en genin, ¿quién sabe lo que le esperaría allí?
Aún tardaron unas cuantas horas más en llegar a su destino, prácticamente había anochecido y, a pesar de no hacer un frío que te helase los huesos, sí que se necesitaba ir abrigado, por lo que el Sarutobi llevaba un gorro de lana negro y guantes además de su ropa habitual.
Desempacaron en el hostal en el que se iban a alojar e, inmediatamente, su padre decidió que se iba a acostar ya que al día siguiente tenía una reunión importante. Por su parte, Saori, decidió salir a dar una vuelta por el pueblo y a llenar el estómago, que empezaba a rugir de hambre.
El joven había recorrido prácticamente medio pueblo cuando encontró un pequeño puesto de comida típica de la zona que, cómo no, se basaba en la combinación de varios ingredientes con la calabaza.
—Por favor, ¡póngame una brocheta de cerdo asado!
Los dos Sarutobi habían acudido a Yachi es busca de cierto proveedor de calabazas, sin duda, las mejores de todo Oonindo, según su padre, que quería negociar para poder incluir un plato con este ingrediente para su restaurante. ¿Qué pintaba Saori allí? Bueno, no iba a perder la oportunidad de salir de la Villa por primera vez ahora que se había convertido en genin, ¿quién sabe lo que le esperaría allí?
Aún tardaron unas cuantas horas más en llegar a su destino, prácticamente había anochecido y, a pesar de no hacer un frío que te helase los huesos, sí que se necesitaba ir abrigado, por lo que el Sarutobi llevaba un gorro de lana negro y guantes además de su ropa habitual.
Desempacaron en el hostal en el que se iban a alojar e, inmediatamente, su padre decidió que se iba a acostar ya que al día siguiente tenía una reunión importante. Por su parte, Saori, decidió salir a dar una vuelta por el pueblo y a llenar el estómago, que empezaba a rugir de hambre.
El joven había recorrido prácticamente medio pueblo cuando encontró un pequeño puesto de comida típica de la zona que, cómo no, se basaba en la combinación de varios ingredientes con la calabaza.
—Por favor, ¡póngame una brocheta de cerdo asado!