6/04/2021, 12:38
Saori se las apañó para meter la primera de numerosas calabazas en la cesta. A pesar de su poca fuerza, había ideado un pequeño plan para hacerlo sin dejarse los brazos en el intento, así que logró meter no solo una, sino la mayoría de ellas en la cesta.
Himeko volvió con el sudor perlando su frente, los guantes sucios colgados de su cinturón y una jarra de agua fresca que dejó en un taburete de madera cerca de la posición de la anciana.
—Eh, Saori —al parecer, recordó su nombre—. Cuando termines con las calabazas, ve a por las berenjenas, están ahí —señaló una zona con numerosos cultivos de color morado—. Bebe algo de agua de vez en cuando, no te vayas a deshidratar.
Y con las mismas, se fue de nuevo con las naranjas. Ahí es donde Saori pudo ver el problema de la mujer: su lentitud. Pese a tener la maña correspondiente, los años estaban pasándole factura y su velocidad ya no era lo que fue antaño.
Himeko volvió con el sudor perlando su frente, los guantes sucios colgados de su cinturón y una jarra de agua fresca que dejó en un taburete de madera cerca de la posición de la anciana.
—Eh, Saori —al parecer, recordó su nombre—. Cuando termines con las calabazas, ve a por las berenjenas, están ahí —señaló una zona con numerosos cultivos de color morado—. Bebe algo de agua de vez en cuando, no te vayas a deshidratar.
Y con las mismas, se fue de nuevo con las naranjas. Ahí es donde Saori pudo ver el problema de la mujer: su lentitud. Pese a tener la maña correspondiente, los años estaban pasándole factura y su velocidad ya no era lo que fue antaño.