19/04/2021, 01:31
El Sarutobi escuchó con total atención toda la historia de la mujer, y no le hicieron falta más palabras para comprender la enfermedad a la que Himeko se refería y, sin duda, aquella era una gran putada, tanto para el que la sufre, como para la familia, pero, rápidamente, la agricultora trató de quitarle hierro al asunto, no sin antes limpiarse un par de lágrimas, tratando de darle un pequeño consejo a Saori.
Éste asintió enérgico, sabiendo que la mujer tenía razón y no podía perder el tiempo, la vida estaba para vivirla, y no para estancarse en cosas que no tienen tanta importancia.
Pero justo, en aquel instante, en el que ambos iban a reanudar sus labores, el joven cayó en la cuenta de algo.
—Oye, Himeko, tu marido... ¿No se llamará Hiroshi, por alguna casualidad? — Preguntó recordando al anciano que se había encontrado a la entrada de la tienda, que actuaba con cierta peculiaridad que, sabiendo la dolencia del marido de Himeko, podía cuadrarle.
Éste asintió enérgico, sabiendo que la mujer tenía razón y no podía perder el tiempo, la vida estaba para vivirla, y no para estancarse en cosas que no tienen tanta importancia.
Pero justo, en aquel instante, en el que ambos iban a reanudar sus labores, el joven cayó en la cuenta de algo.
—Oye, Himeko, tu marido... ¿No se llamará Hiroshi, por alguna casualidad? — Preguntó recordando al anciano que se había encontrado a la entrada de la tienda, que actuaba con cierta peculiaridad que, sabiendo la dolencia del marido de Himeko, podía cuadrarle.
Hablo / Narro / «Pienso»