9/07/2021, 17:16
En otro capítulo más de la travesía de Jun en el País del Fuego, Tanzaku Gai era, indudablemente, un lugar al que no podía faltar. Era una ciudad con todas las letras, bastante vistosa y abarrotada de gente. No solo era la cantidad de artesanos que salían de ahí, sino también la cantidad de locales que había y, de vez en cuando, los eventos que se podían llegar a montar allí. A pesar de la presencia constante de los samuráis y los cambios que esto significaba para el estilo de vida del lugar, la cantidad de gente que concurría el lugar no tenía nada que envidiarle a ningún otro punto de Oonindo. Por como era la amejin, sabía que era una ciudad que le iba a encantar.
Como si estuviera por su casa, la Nara caminaba por el medio de la avenida central ¿Necesitaba comprar algo en específico? Claro que no, pero le fascinaba ver la esencia del lugar, el tipo de personas que transitaban y como vendían sus productos cada puesto. Era raro que disfrute eso, pero para gustos hay de todo, ¿no?
El calor del día ayudaba a se encuentre en una camiseta simple de manga corta y de color negro. Esta vez, su sudadera morada, la tenía atada a la cintura, tapando su portaobjetos. A pesar del calor, no pudo abandonar sus pantalones del mismo color de su sudadera, que eran holgados y parecían grandes para su estatura. Y, finalmente, sus botas ninjas, que no le eran del todo estéticos, pero por lo menos no se tenía que preocupar por el terreno que pisaba. Particularmente, hoy le dio por llevar su bandana en el brazo izquierdo, ya que este no estaba tapado por su sudadera.
En su caminata, se detuvo en un puesto de comida y se pidió un par de onigiri. A pesar de la cantidad de gente que pasaba, se dio el lujo de quedarse quieta e hincarle el diente a una de las bolas, disfrutando plenamente de aquel momento.
Como si estuviera por su casa, la Nara caminaba por el medio de la avenida central ¿Necesitaba comprar algo en específico? Claro que no, pero le fascinaba ver la esencia del lugar, el tipo de personas que transitaban y como vendían sus productos cada puesto. Era raro que disfrute eso, pero para gustos hay de todo, ¿no?
El calor del día ayudaba a se encuentre en una camiseta simple de manga corta y de color negro. Esta vez, su sudadera morada, la tenía atada a la cintura, tapando su portaobjetos. A pesar del calor, no pudo abandonar sus pantalones del mismo color de su sudadera, que eran holgados y parecían grandes para su estatura. Y, finalmente, sus botas ninjas, que no le eran del todo estéticos, pero por lo menos no se tenía que preocupar por el terreno que pisaba. Particularmente, hoy le dio por llevar su bandana en el brazo izquierdo, ya que este no estaba tapado por su sudadera.
En su caminata, se detuvo en un puesto de comida y se pidió un par de onigiri. A pesar de la cantidad de gente que pasaba, se dio el lujo de quedarse quieta e hincarle el diente a una de las bolas, disfrutando plenamente de aquel momento.