11/07/2021, 07:33
Intercalando escupir clavos y usar el metodo estandar, Toshio fue avanzando en sus reparaciones. Tenía la fuerza para levantar y colocar tablones sin problema y la destreza para aguantarlos y maniobrar con los clavos y el martillo, pero el aguante para mantener el ritmo durante horas igual le flaqueaba.
Aparte de las veces que tuvo que parar a tomarse un respiro, cuando pasaron unas cuantas horas y por fin había acabado las paredes del piso inferior, tuvo que hacer un descanso corto.
Fue entonces cuando escuchó pasos del pasillo. Para cuando se dio cuenta, la mujer ya estaba al final del pasillo, donde había estado el montón de tablas que ya había puesto. Pudo ver que llevaba una bandeja con ella, donde había una generosa variedad de comida y bebida. También pudo verla a ella.
Vestía un cuidado kimono azul con arreglos florales que le llegaba hasta los tobillos y parecía tener distintas capas y una complejidad que lo hacia tan formal como impráctico. Su corta melena negra estaba recogida en un moño adornado con todo tipo de joyas. Su cara era más pálida de lo que Toshio recordaba, sus labios más rojos y sus ojos tenían una extraña sombra alrededor. Todo sutil, pero visible.
Los ojos negros de la muchacha se posaron en el pelirrojo y se paró en el sitio. Tardó exactamente tres segundos desde que vio a Toshio en soltar la bandeja. No sobre una mesa ni sobre el suelo, sino ahí, de pie, a un metro del suelo. La bandeja cayó y Kinumi ni se inmutó, solo dijo:
— T-Toshio...
Y se dio media vuelta para salir corriendo, todo lo rápido que podía con la vestimenta más tradicional del mundo.
Aparte de las veces que tuvo que parar a tomarse un respiro, cuando pasaron unas cuantas horas y por fin había acabado las paredes del piso inferior, tuvo que hacer un descanso corto.
Fue entonces cuando escuchó pasos del pasillo. Para cuando se dio cuenta, la mujer ya estaba al final del pasillo, donde había estado el montón de tablas que ya había puesto. Pudo ver que llevaba una bandeja con ella, donde había una generosa variedad de comida y bebida. También pudo verla a ella.
Vestía un cuidado kimono azul con arreglos florales que le llegaba hasta los tobillos y parecía tener distintas capas y una complejidad que lo hacia tan formal como impráctico. Su corta melena negra estaba recogida en un moño adornado con todo tipo de joyas. Su cara era más pálida de lo que Toshio recordaba, sus labios más rojos y sus ojos tenían una extraña sombra alrededor. Todo sutil, pero visible.
Los ojos negros de la muchacha se posaron en el pelirrojo y se paró en el sitio. Tardó exactamente tres segundos desde que vio a Toshio en soltar la bandeja. No sobre una mesa ni sobre el suelo, sino ahí, de pie, a un metro del suelo. La bandeja cayó y Kinumi ni se inmutó, solo dijo:
— T-Toshio...
Y se dio media vuelta para salir corriendo, todo lo rápido que podía con la vestimenta más tradicional del mundo.