29/07/2021, 22:49
—¿Qué sucede?¿Has comido algún hongo? ¿Estás bien?
El incauto Toshio se acercó a la pobre embarazada indefensa que estaba teniendo problemas y le tendió la mano. La mujer aceptó la ayuda del pelirrojo y le agarró hasta la muñeca. Antes de que el shinobi de Kusagakure pudiese darse cuenta, tenía una extraña pulsera en su muñeca. En cuanto reparase en ella percataría una perturbación en su flujo de chakra, no era algo completamente disruptivo, más bien era molesto.
En cualquier caso, poco iba a durarle el examinar la pulsera. La mujer explotó en una breve neblina y su figura desapareció. Ante Toshio ya no había una pobre mujer embarazada esperando ayuda, ahora había un chico pelinegro de ojos verdosos y una sonrisa de oreja a oreja. Y lo primero que notaría del extraño, aparte de la suavidad con la que regalaba joyas, sería una patada frontal directa al pecho del ninja, esperando tumbarlo en el suelo.
Saliese bien la jugada o no, el extraño muchacho desenvainaria su katana, preparado para atacar.
— Ven aquí, perro.
Su espada sería reconocida con facilidad por el ojo herrero del pelirrojo, una Kodachi. Parecía más que usada, explotada. Tenía marcas en empuñadura y dorso, pero el filo parecía tan afilado como el de cualquier espada recien forjada. El chico vestía simple, una camiseta blanca con claras carencias de limpieza y un pantalon marrón. Tenía un cinto con varios pergaminos pequeños y la vaina de su Kodachi agarrado.
A pesar de la violencia que exhibía, no parecía tener maldad alguna. Su cuerpo, al igual que su espada, estaba curtido, con varias cicatrices y musculos tonificados por el entrenamiento. Su tez era morena y medía poco más de metro sesenta. Tendría una fuerza física similar a la de Toshio.
El incauto Toshio se acercó a la pobre embarazada indefensa que estaba teniendo problemas y le tendió la mano. La mujer aceptó la ayuda del pelirrojo y le agarró hasta la muñeca. Antes de que el shinobi de Kusagakure pudiese darse cuenta, tenía una extraña pulsera en su muñeca. En cuanto reparase en ella percataría una perturbación en su flujo de chakra, no era algo completamente disruptivo, más bien era molesto.
En cualquier caso, poco iba a durarle el examinar la pulsera. La mujer explotó en una breve neblina y su figura desapareció. Ante Toshio ya no había una pobre mujer embarazada esperando ayuda, ahora había un chico pelinegro de ojos verdosos y una sonrisa de oreja a oreja. Y lo primero que notaría del extraño, aparte de la suavidad con la que regalaba joyas, sería una patada frontal directa al pecho del ninja, esperando tumbarlo en el suelo.
Saliese bien la jugada o no, el extraño muchacho desenvainaria su katana, preparado para atacar.
— Ven aquí, perro.
Su espada sería reconocida con facilidad por el ojo herrero del pelirrojo, una Kodachi. Parecía más que usada, explotada. Tenía marcas en empuñadura y dorso, pero el filo parecía tan afilado como el de cualquier espada recien forjada. El chico vestía simple, una camiseta blanca con claras carencias de limpieza y un pantalon marrón. Tenía un cinto con varios pergaminos pequeños y la vaina de su Kodachi agarrado.
A pesar de la violencia que exhibía, no parecía tener maldad alguna. Su cuerpo, al igual que su espada, estaba curtido, con varias cicatrices y musculos tonificados por el entrenamiento. Su tez era morena y medía poco más de metro sesenta. Tendría una fuerza física similar a la de Toshio.