2/08/2021, 15:33
Asentí. Claro que mi Hermana Ranko compartía ese sentir. Ella era sabia, muy amigable. Ella debería ser Morikage algún día, sí. Estoy segura de que así todas las aldeas se volverían amigas y no habría problemas. Sonreí levemente ante tal posibilidad. Nah. Esas ropas todas holgadas de kage no se le verían bien. ¡Oh! ¡Kuumi tendría que hacerles alguna modificación!
Antes de desvariar del todo, regresé a con Jun. Ella ya se levantaba y estiraba, y me preguntó qué haría en lo que esperaba a Kuumi. Huh. Tenía razón, no había planeado mi día al respecto. ¡Estar rodeada de tanta gente era abrumador! Eso de ir con cuidado a cada paso… Admito que no sabía en realidad qué hacer.
—No sé en realidad qué hacer —admití.
Me llevé un dedo al mentón y pensé por unos segundos. Luego busqué entre Suiken, mis ropas, un monedero, algo rechoncho gracias a la señora Komachi, y pagué por el mochi. Me puse de pie también y agradecí por la comida con una leve reverencia. Giré grácilmente sobre los talones, hacia la calle repleta de gente y respiré profundamente. Luego miré a Jun. Era en verdad una chica amable. Recordé que mi Hermana siempre dice que un combate de entrenamiento fortalece las amistades, pero… Tenía miedo. ¿Debería de intentarlo? Me comenzaba a agradar Jun, ¿y si sus puños lograban tocarme? Ya podía sentir el asco, el dolor de su contacto. Agh. No. No. Hermana Ranko, te admiro tanto, pero no puedo hacer lo mismo que tú.
—Bailar —dije casi sin pensar, con una leve sonrisa —. Hay espectáculos callejeros aquí, ¿no? Se me ocurre que podríamos bailar —Solté una risita. Sin darme cuenta, comencé acariciar mis muñecas, recorriendo mis líneas de manufactura con mis dedos. Se sentían tan suaves, tan perfectas y precisas. Era insultante cada que alguien le llamaba “cicatrices” —. Soy una muñeca danzante, después de todo, sería grandioso que pudieran verme bailar. Si no te parece, está bien. También tengo tiempo libre, por si quieres compañía, te seguiré. No sé cuánto tardará Kuumi…
Ah, querida hermanastra Kuumi… Algún día te la devolveré y te dejaré abandonada en alguna ciudad llena de… ahm… ropas pasadas de moda.
Antes de desvariar del todo, regresé a con Jun. Ella ya se levantaba y estiraba, y me preguntó qué haría en lo que esperaba a Kuumi. Huh. Tenía razón, no había planeado mi día al respecto. ¡Estar rodeada de tanta gente era abrumador! Eso de ir con cuidado a cada paso… Admito que no sabía en realidad qué hacer.
—No sé en realidad qué hacer —admití.
Me llevé un dedo al mentón y pensé por unos segundos. Luego busqué entre Suiken, mis ropas, un monedero, algo rechoncho gracias a la señora Komachi, y pagué por el mochi. Me puse de pie también y agradecí por la comida con una leve reverencia. Giré grácilmente sobre los talones, hacia la calle repleta de gente y respiré profundamente. Luego miré a Jun. Era en verdad una chica amable. Recordé que mi Hermana siempre dice que un combate de entrenamiento fortalece las amistades, pero… Tenía miedo. ¿Debería de intentarlo? Me comenzaba a agradar Jun, ¿y si sus puños lograban tocarme? Ya podía sentir el asco, el dolor de su contacto. Agh. No. No. Hermana Ranko, te admiro tanto, pero no puedo hacer lo mismo que tú.
—Bailar —dije casi sin pensar, con una leve sonrisa —. Hay espectáculos callejeros aquí, ¿no? Se me ocurre que podríamos bailar —Solté una risita. Sin darme cuenta, comencé acariciar mis muñecas, recorriendo mis líneas de manufactura con mis dedos. Se sentían tan suaves, tan perfectas y precisas. Era insultante cada que alguien le llamaba “cicatrices” —. Soy una muñeca danzante, después de todo, sería grandioso que pudieran verme bailar. Si no te parece, está bien. También tengo tiempo libre, por si quieres compañía, te seguiré. No sé cuánto tardará Kuumi…
Ah, querida hermanastra Kuumi… Algún día te la devolveré y te dejaré abandonada en alguna ciudad llena de… ahm… ropas pasadas de moda.
Diálogo (Darkorchid)