3/08/2021, 11:47
Los genin fueron acercandose lentamente al almacen mientras vigilaban con cuidado el resto de escombros. No locarizaron más que pequeños animalejos por el suelo y algún que otro pajaro sobrevolandoles. Lo que sí oyeron al acercarse al edificio fueron algunos pasos nerviosos y el rechinar de una hoja afilada contra madera.
— ¡E-Eh! ¡Quietos ahí, bandidos! ¡No sabeis quien soy yo, eh! Ni yo quienes sois vosotros, sí, ¡pero no os pienso abrir, truhanes! No importa lo que digais. — oyeron desde el otro lado de la enorme puerta doble cerrada.
Le temblaba tanto la voz como el arma que sujetaba, que por el ruido parecía que le estaba dando a todas las paredes al mismo tiempo. Sonaba como un hombre de edad incierta, no era un niño ni un adolescente, era una voz grave, pero su temblor hacía complicado estimar unos años concretos.
— ¡E-Eh! ¡Quietos ahí, bandidos! ¡No sabeis quien soy yo, eh! Ni yo quienes sois vosotros, sí, ¡pero no os pienso abrir, truhanes! No importa lo que digais. — oyeron desde el otro lado de la enorme puerta doble cerrada.
Le temblaba tanto la voz como el arma que sujetaba, que por el ruido parecía que le estaba dando a todas las paredes al mismo tiempo. Sonaba como un hombre de edad incierta, no era un niño ni un adolescente, era una voz grave, pero su temblor hacía complicado estimar unos años concretos.