23/09/2021, 16:55
Se quedó mirando a Yota por unos instantes, con expresión seria. Responder a su pregunta no era fácil. Serle franco era una buena opción, claro.
—Creo… Creo que… Creo que me he enamorado de ti.
Buena, pero no divertida. Su propia broma le arrancó una carcajada. Así de solo se encontraba, que tenía que hacerse reír a sí mismo. Joder, cuánto echaba de menos a sus camaradas. A los de verdad. A Aiza. Kuma. Incluso a Katame. El tío había sido un bastardo hijoputa, pero no podía negarle la guasa. Hasta casi los últimos tiempos, siempre había conseguido arrancarle una carcajada incluso en los momentos más jodidos.
Extendió un pergamino en el suelo y de su interior salió una garrafa de agua, que usó para refrescarse primero y luego limpiarse la sangre seca del rostro y las manos.
—Lo cierto es que me sorprende hasta a mí mismo —dijo, esta vez en serio—. Hace tiempo te hubiese rajado el cuello y no te hubiese dedicado ni un segundo pensamiento. Pero después de… —Su mirada se perdió por un instante en la bóveda multicolor de ramas y hojas que se alzaban sobre sus cabezas. Eran tan espesas que ni se intuía el sol. Carraspeó—. Supongo que preferiría no volver a matar a nadie a sangre fría… salvo que me fuercen la mano.
—Creo… Creo que… Creo que me he enamorado de ti.
Buena, pero no divertida. Su propia broma le arrancó una carcajada. Así de solo se encontraba, que tenía que hacerse reír a sí mismo. Joder, cuánto echaba de menos a sus camaradas. A los de verdad. A Aiza. Kuma. Incluso a Katame. El tío había sido un bastardo hijoputa, pero no podía negarle la guasa. Hasta casi los últimos tiempos, siempre había conseguido arrancarle una carcajada incluso en los momentos más jodidos.
Extendió un pergamino en el suelo y de su interior salió una garrafa de agua, que usó para refrescarse primero y luego limpiarse la sangre seca del rostro y las manos.
—Lo cierto es que me sorprende hasta a mí mismo —dijo, esta vez en serio—. Hace tiempo te hubiese rajado el cuello y no te hubiese dedicado ni un segundo pensamiento. Pero después de… —Su mirada se perdió por un instante en la bóveda multicolor de ramas y hojas que se alzaban sobre sus cabezas. Eran tan espesas que ni se intuía el sol. Carraspeó—. Supongo que preferiría no volver a matar a nadie a sangre fría… salvo que me fuercen la mano.