29/09/2021, 12:35
El fuego de una hoguera ardía solitario en un mar de penumbra, como única fuente de calor en una noche gélida. Datsue, sentado a un par de metros, tenía las piernas cruzadas, los antebrazos apoyados en las rodillas y la espalda ligeramente inclinada hacia adelante.
Estaba listo. Era la hora. No podía postergarlo más. Inspiró profundamente, cerró los ojos y viajó a otro mundo.
Lo primero que sintió fue que se le colaba agua entre los dedos de las sandalias. El agua lo cubría todo, y bajo ella, a apenas veinte centímetros de profundidad, reposaba la arena de una playa. O la de un desierto. Se encontraba en el interior de una gigantesca habitación cuadrada, donde tan solo se oían dos cosas: una gotera que se filtraba entre las rocas del techo; y la respiración de un ser pesado y gigantesco. Datsue miró a los ojos a dicho ser, y de pronto la sala ya no le parecía una habitación, sino una cárcel.
Una jaula.
Cinco anillos metálicos, tan gruesos como el tronco del Árbol Sagrado, mantenían inmovilizado a Shukaku. Dos para las manos. Dos para las piernas. Uno para la cola. Como si fuese un trofeo de guerra. Como si fuese menos que un animal.
Los dos se quedaron mirando el uno al otro por largo tiempo, en un silencio esclarecedor. Datsue le había odiado con todas las fuerzas de su ser. Por las torturas continuas que había sufrido a su costa. Por el miedo que tenía a dormir, o a perder el control. Shukaku también le había odiado. Había sido y era su cárcel, después de todo.
Pero el mutuo odio llegó a convertirse en otra cosa. Shukaku le había salvado la vida en varias ocasiones. Habían luchado juntos contra el General de Kurama. Había estado ahí, en esas noches de soledad cuando Aiko se alejó de él. Le había reconfortado a su manera. Con sus macabras bromas. Con sus ingeniosas maquinaciones. A su manera, había sido su amigo.
No era justo que a cambio, él le siguiese tratando como escoria.
—Siento haber tardado tanto… Padre.
Se oyeron cinco grandes: ¡plof! Uno por cada anillo de acero que cayó al agua. El sello que había despegado con su mano prendió fuego y se deshizo en ceniza. Estaba hecho. Estaba…
Las garras de Shukaku le empujaron contra la pared e hicieron fuerza contra ella, vaciando todo el aire de sus pulmones. «¿Qué cojones…?»
—¡JAAAAÁ! ¡Al fin! ¡AL FIN! ¡CAÍSTE EN LA TRAMPA! ¡ESTE ES TU FIN, INTRÉPIDO! ¡EL FIN DE TODO ŌNINDO!
La boca de Shukaku se abrió, y la oscuridad del Yomi se cernió sobre el Uchiha. Se había quedado tan pálido como un muerto. ¿De verdad se había equivocado? ¿De verdad todo había sido un engaño? ¡¿Cómo había podido ser tan imbécil?!
Y, entonces…
Estaba listo. Era la hora. No podía postergarlo más. Inspiró profundamente, cerró los ojos y viajó a otro mundo.
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Lo primero que sintió fue que se le colaba agua entre los dedos de las sandalias. El agua lo cubría todo, y bajo ella, a apenas veinte centímetros de profundidad, reposaba la arena de una playa. O la de un desierto. Se encontraba en el interior de una gigantesca habitación cuadrada, donde tan solo se oían dos cosas: una gotera que se filtraba entre las rocas del techo; y la respiración de un ser pesado y gigantesco. Datsue miró a los ojos a dicho ser, y de pronto la sala ya no le parecía una habitación, sino una cárcel.
Una jaula.
Cinco anillos metálicos, tan gruesos como el tronco del Árbol Sagrado, mantenían inmovilizado a Shukaku. Dos para las manos. Dos para las piernas. Uno para la cola. Como si fuese un trofeo de guerra. Como si fuese menos que un animal.
Los dos se quedaron mirando el uno al otro por largo tiempo, en un silencio esclarecedor. Datsue le había odiado con todas las fuerzas de su ser. Por las torturas continuas que había sufrido a su costa. Por el miedo que tenía a dormir, o a perder el control. Shukaku también le había odiado. Había sido y era su cárcel, después de todo.
Pero el mutuo odio llegó a convertirse en otra cosa. Shukaku le había salvado la vida en varias ocasiones. Habían luchado juntos contra el General de Kurama. Había estado ahí, en esas noches de soledad cuando Aiko se alejó de él. Le había reconfortado a su manera. Con sus macabras bromas. Con sus ingeniosas maquinaciones. A su manera, había sido su amigo.
No era justo que a cambio, él le siguiese tratando como escoria.
—Siento haber tardado tanto… Padre.
Se oyeron cinco grandes: ¡plof! Uno por cada anillo de acero que cayó al agua. El sello que había despegado con su mano prendió fuego y se deshizo en ceniza. Estaba hecho. Estaba…
¡PAM!
Las garras de Shukaku le empujaron contra la pared e hicieron fuerza contra ella, vaciando todo el aire de sus pulmones. «¿Qué cojones…?»
—¡JAAAAÁ! ¡Al fin! ¡AL FIN! ¡CAÍSTE EN LA TRAMPA! ¡ESTE ES TU FIN, INTRÉPIDO! ¡EL FIN DE TODO ŌNINDO!
La boca de Shukaku se abrió, y la oscuridad del Yomi se cernió sobre el Uchiha. Se había quedado tan pálido como un muerto. ¿De verdad se había equivocado? ¿De verdad todo había sido un engaño? ¡¿Cómo había podido ser tan imbécil?!
Y, entonces…
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado