2/11/2021, 11:08
Todo sucedió en cuestión de segundos. Los dos guardias se detuvieron en seco, cautelosos, cuando un orbe rojo como la sangre se iluminó en medio de la penumbra y se clavó en ellos como un filo al fuego. Ambos tensaron los músculos, ambos echaron mano de las katanas que pendían de sus cinturas, ambos se prepararon para cualquier cosa que pudiera ocurrir... Menos aquello.
Un fogonazo de luz blanca invadió la oscuridad del Bosque de Azur, acuchillando los ojos de los soldados y de el de Kusagakure, que se habían visto sorprendidos por el movimiento del fugitivo. Cegados, gimoteando y clamando exclamaciones de advertencia, para cuando los dos soldados de Amegakure pudieron volver a ver, aún con motitas de luz y sombra bailando ante sus ojos, los dos desconocidos habían desaparecido sin dejar rastro. Tan solo una frase quedó colgando en el aire.
Carisma de Sasagani Yota: 20, Dificultad: 0
-0--, Resultado final: -3
Fracaso
Pero... ¿Quién era Sasagani Yota? ¿Se acordarían siquiera de aquel nombre al reportar aquel extraño suceso?
Uchiha Zaide corría junto al shinobi de Kusagakure, empujándole a seguir el ritmo. Sus manos, aún esposadas; sus ojos aún medio cegados por la potente detonación de luz que acababa de sufrir y aquel sello explosivo que llevaba pegado en la nuca no le dejaban en las mejores de las condiciones. Y no era fácil correr de esa manera en mitad de un bosque.
Destreza de Sasagani Yota: 60, Dificultad: +2
-00- + 2, Resultado final: 0
Fracaso
El pie de Yota tropezó con algo. Quizás fue una raíz emergente, un arbusto o simplemente una piedra. El caso es que su cuerpo cayó hacia delante y arrastró a Uchiha Zaide con él. Ambos dejaron de sentir el suelo bajo sus cuerpos de repente, y, entonces, llegó el tirón de la gravedad, inevitable y letal.
El Bosque de Azur era un lugar peligroso. Ya no sólo por las leyendas que circulaban sobre él: Como si se tratase de profundas cicatrices, el bosque estaba repleto de profundos acantilados. No en vano el Señor Feudal del País de la Tormenta, tiempo atrás había hecho construir los puentes que ahora guardaban esos mismos soldados.
Ahora uno de esos acantilados se había cerrado sobre ambos shinobi, como las fauces de una bestia hambrienta. ¿Dejarían que el bosque les devorara?
Un fogonazo de luz blanca invadió la oscuridad del Bosque de Azur, acuchillando los ojos de los soldados y de el de Kusagakure, que se habían visto sorprendidos por el movimiento del fugitivo. Cegados, gimoteando y clamando exclamaciones de advertencia, para cuando los dos soldados de Amegakure pudieron volver a ver, aún con motitas de luz y sombra bailando ante sus ojos, los dos desconocidos habían desaparecido sin dejar rastro. Tan solo una frase quedó colgando en el aire.
«Sasagani Yota.»
Carisma de Sasagani Yota: 20, Dificultad: 0
-0--, Resultado final: -3
Fracaso
Pero... ¿Quién era Sasagani Yota? ¿Se acordarían siquiera de aquel nombre al reportar aquel extraño suceso?
Uchiha Zaide corría junto al shinobi de Kusagakure, empujándole a seguir el ritmo. Sus manos, aún esposadas; sus ojos aún medio cegados por la potente detonación de luz que acababa de sufrir y aquel sello explosivo que llevaba pegado en la nuca no le dejaban en las mejores de las condiciones. Y no era fácil correr de esa manera en mitad de un bosque.
Destreza de Sasagani Yota: 60, Dificultad: +2
-00- + 2, Resultado final: 0
Fracaso
El pie de Yota tropezó con algo. Quizás fue una raíz emergente, un arbusto o simplemente una piedra. El caso es que su cuerpo cayó hacia delante y arrastró a Uchiha Zaide con él. Ambos dejaron de sentir el suelo bajo sus cuerpos de repente, y, entonces, llegó el tirón de la gravedad, inevitable y letal.
El Bosque de Azur era un lugar peligroso. Ya no sólo por las leyendas que circulaban sobre él: Como si se tratase de profundas cicatrices, el bosque estaba repleto de profundos acantilados. No en vano el Señor Feudal del País de la Tormenta, tiempo atrás había hecho construir los puentes que ahora guardaban esos mismos soldados.
Ahora uno de esos acantilados se había cerrado sobre ambos shinobi, como las fauces de una bestia hambrienta. ¿Dejarían que el bosque les devorara?
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