30/01/2016, 00:43
Juro siguió caminando al lado de su compañera, secretamente agusto de que alguién le escuchase. Ella no parecía poner cara de asco cuando le contaba sus preferencias. Claro, llevaba una calavera en la cabeza. Pero bueno, a él le bastaba...
Caminaron por el sector de las katanas. Sus jovenes ojos se posaron por multitud de estas espadas, desde pequeñas hasta enormes, con diferentes mangos, empuñaduras, colores, incluso formas...
Era una lastima que él odiase las espadas.
- Pero que los tonfas no están hechos para atacar… Son palos y ya. -
Juro miró a su compañera y frunció el ceño, sin entender a donde quería llegar. Quizá le hubiera malinterpretado. Juro trataba de expresar que ese tipo de armas no le gustaban, aunque si que era cierto que había considerado los tonfas más... ofensivas. Lo dejo pasar, disimuladamente.
- ¿Que tal el sector de hachas? Seguramente por ahí tengan las armas del estilo guadaña como la kusarigama que decías. -
A Juro le brillaron brevemente los ojos, por la sugerencia de su compañera. Ciertamente, ese lugar tenía mucha mejor pinta que ese.
- ¡Si, te sigo!- exclamó. Más tarde, cuando ya estuvieron entrando en la siguiente sala, se atrevería a añadir- En realidad, personalmente no me gustan mucho las espadas. Esa habitación era interesante, pero bueno...
Dejó la frase en el aire, no sabía si a Ditduko le gustaban o no. Mejor no arriesgarse a ofenderla o algo así. Era su compañera de visita del museo, después de todo. Los dos se adentraron. Cuando los dos empezaron a adentrarse en la nueva sala, pudieron ver multitud de vitrinas. Esta vez las hachas predominaban.
Al pasar por la segunda, Juro se asomó, viendo una hacha gigante. Literalmente. Su mango medía como la mitad de él, y su filo, superaba facilmente su cabeza. O eso le parecía al verla.
- ¿Quién podría llevar algo así? - murmuró, sorprendido. Parecía muy pesada...
Caminaron por el sector de las katanas. Sus jovenes ojos se posaron por multitud de estas espadas, desde pequeñas hasta enormes, con diferentes mangos, empuñaduras, colores, incluso formas...
Era una lastima que él odiase las espadas.
- Pero que los tonfas no están hechos para atacar… Son palos y ya. -
Juro miró a su compañera y frunció el ceño, sin entender a donde quería llegar. Quizá le hubiera malinterpretado. Juro trataba de expresar que ese tipo de armas no le gustaban, aunque si que era cierto que había considerado los tonfas más... ofensivas. Lo dejo pasar, disimuladamente.
- ¿Que tal el sector de hachas? Seguramente por ahí tengan las armas del estilo guadaña como la kusarigama que decías. -
A Juro le brillaron brevemente los ojos, por la sugerencia de su compañera. Ciertamente, ese lugar tenía mucha mejor pinta que ese.
- ¡Si, te sigo!- exclamó. Más tarde, cuando ya estuvieron entrando en la siguiente sala, se atrevería a añadir- En realidad, personalmente no me gustan mucho las espadas. Esa habitación era interesante, pero bueno...
Dejó la frase en el aire, no sabía si a Ditduko le gustaban o no. Mejor no arriesgarse a ofenderla o algo así. Era su compañera de visita del museo, después de todo. Los dos se adentraron. Cuando los dos empezaron a adentrarse en la nueva sala, pudieron ver multitud de vitrinas. Esta vez las hachas predominaban.
Al pasar por la segunda, Juro se asomó, viendo una hacha gigante. Literalmente. Su mango medía como la mitad de él, y su filo, superaba facilmente su cabeza. O eso le parecía al verla.
- ¿Quién podría llevar algo así? - murmuró, sorprendido. Parecía muy pesada...