31/12/2021, 17:45
Daruu abrió la chirriante verja de acero negro, y entró bajo el auspicio de aquél muro bajo entre monstruos de latón y asfalto. Sus pies sintieron un tacto húmedo y suave, y a su nariz llegó el olor de la hierba mojada. En Amegakure no había muchos parques, y aquél no solía ser visitado muy a menudo, ni siquiera por los jardineros. Por eso estaba un poco estropeado, pero a la naturaleza eso no le importaba. Se dedicaba a crecer de manera desordenada, como su pelo.
El Hyūga inspiró hondo y avanzó, buscando entre los troncos de los árboles y sorteando los charcos de barro. La encontró sentada en un banco destartalado, contemplando un estanque en el que nadaban un par de aves acuáticas de aspecto tosco. Daruu no sabía qué tipo de aves serían, pero sí que estaban acostumbradas al clima hostil de la Tormenta. A veces se las veía volando en círculos alrededor de la torre donde vivía.
—Sabía que podría encontrarte aquí —le dijo a la figura de cabello blanco, aunque en realidad no estaba hablándole a ella—. He hablado con Shanise.
El Hyūga inspiró hondo y avanzó, buscando entre los troncos de los árboles y sorteando los charcos de barro. La encontró sentada en un banco destartalado, contemplando un estanque en el que nadaban un par de aves acuáticas de aspecto tosco. Daruu no sabía qué tipo de aves serían, pero sí que estaban acostumbradas al clima hostil de la Tormenta. A veces se las veía volando en círculos alrededor de la torre donde vivía.
—Sabía que podría encontrarte aquí —le dijo a la figura de cabello blanco, aunque en realidad no estaba hablándole a ella—. He hablado con Shanise.