9/01/2022, 12:04
Kotetsu arqueó una ceja, claramente sorprendido por el atrevimiento de su nuevo cliente. Sin embargo, no pareció importarle tanto, pues ni un poro de su piel se vio afectado por algún tipo de nervio.
—Verá, sé que no es algo de lo que me sienta terriblemente orgulloso admitir, pero todos mis metales proceden de una mina lejana, y aunque tardemos más de la cuenta en hacer esos pedidos, no voy a negar que nuestro material es de buena calidad —explicó—. Cuando nos mudamos no podíamos ser capaces de pagar las cuotas de las minas locales ni cercanas, por lo que necesitamos esos suministros para poder continuar con la tienda.
La mujer asintió, confirmando lo que su jefe parecía estar confiándoles.
—Entonces, ¿de dónde vienen sus suministros? —inquirió la otra kunoichi—. Si puedo preguntar.
—Del Valle de Unrakyo.
—Gracias, señor Kotetsu, lo tendremos en cuenta —Eri hizo una leve inclinación de cabeza—. Mi compañero y yo nos sumergiremos en un debate y veremos si su acero cumple con lo que buscamos, gracias de nuevo por su ayuda y hospitalidad.
Si Natsu no tenía nada más que decir, Eri saldría por la puerta y le esperaría para ir al segundo lugar. No parecían mentir y se veía bastante honesto, por lo que prefería ir a interrogar al otro sospechoso.