10/01/2022, 13:54
—¡No es que no fuese algo que en parte me gustaría muchísimo, y considero un honor que me hayan ofrecido la oportunidad! —se apresuró a aclarar Daruu, visiblemente abochornado—. Solo es que... No me imagino en ese despacho encerrado, planificando una guerra para que otros arriesguen la vida por mí. No me imagino dejándoos arriesgar la vida ahí fuera, mientras yo no soy más que la única pieza del ajedrez que debe caer en un ejército. No puedo. Yo admiraba a Yui, Ayame, a la Tormenta. Y querría ser como ella. Libre.
Y esa libertad, ese deseo de luchar, habían sido también los que habían llevado a Amekoro Yui a soltarse de su mano cuando Ayame intentó llevarla de vuelta a Amegakure. La kunoichi no pudo evitar morderse el labio y agachar la mirada al volver a recordarlo.
—Además —agregó Daruu, con un profundo suspiro—, peleando contra Kōri-sensei sentí algo aquí, en el pecho —explicó, agarrándose la ropa con la mano a la altura del corazón. Y Ayame volvió a mirarle, sin terminar de comprenderle—. Mientras caminaba hacia el despacho, era como si fuese construyendo un muro entre ti, Kōri, y yo. Era como dejar de ser... un equipo. Y yo... Atesoro tanto esos momentos que no puedo renunciar a ellos. Quiero estar con vosotros.
Daruu se dio la vuelta, encarándola de nuevo. Sonreía. Sonreía con esa sonrisa que tanto le gustaba a Ayame. Con esa sonrisa que la había enamorado desde el primer momento.
—Quiero estar contigo.
Ella no pudo soportarlo por más tiempo. Se levantó del banco y se abalanzó sobre sus brazos, sollozando. Sin embargo, había sobreestimado la capacidad de su debilitado cuerpo, y sus piernas flaquearon en el momento en el que tuvieron que soportar el peso de su cuerpo. En consecuencia, Ayame trastabilló con torpeza y terminó abalanzándose sobre Daruu. De una forma mucho más literal de lo que había pretendido en un principio.
Y esa libertad, ese deseo de luchar, habían sido también los que habían llevado a Amekoro Yui a soltarse de su mano cuando Ayame intentó llevarla de vuelta a Amegakure. La kunoichi no pudo evitar morderse el labio y agachar la mirada al volver a recordarlo.
—Además —agregó Daruu, con un profundo suspiro—, peleando contra Kōri-sensei sentí algo aquí, en el pecho —explicó, agarrándose la ropa con la mano a la altura del corazón. Y Ayame volvió a mirarle, sin terminar de comprenderle—. Mientras caminaba hacia el despacho, era como si fuese construyendo un muro entre ti, Kōri, y yo. Era como dejar de ser... un equipo. Y yo... Atesoro tanto esos momentos que no puedo renunciar a ellos. Quiero estar con vosotros.
Daruu se dio la vuelta, encarándola de nuevo. Sonreía. Sonreía con esa sonrisa que tanto le gustaba a Ayame. Con esa sonrisa que la había enamorado desde el primer momento.
—Quiero estar contigo.
Ella no pudo soportarlo por más tiempo. Se levantó del banco y se abalanzó sobre sus brazos, sollozando. Sin embargo, había sobreestimado la capacidad de su debilitado cuerpo, y sus piernas flaquearon en el momento en el que tuvieron que soportar el peso de su cuerpo. En consecuencia, Ayame trastabilló con torpeza y terminó abalanzándose sobre Daruu. De una forma mucho más literal de lo que había pretendido en un principio.