14/01/2022, 13:27
(Última modificación: 14/01/2022, 14:00 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
Cuando Reiji sacó la cabeza del agua, Gyūki todavía no estaba allí. No lo estuvo, de hecho, ni siquiera en las próximas dos horas. Al parecer, se había quedado tan sólo como él creía.
Porque Gyūki estaba lejos de allí. Algo había llamado su atención...
—¿Sabes que probablemente no te perdonará esto, verdad?
—Cállate.
Yuuna, al mando del Mil y un mares, se alejaba de las costas del Remolino en dirección al noreste. Era la primera vez que manejaba el barco tan lejos, pero confiaba en que lo poco que había aprendido durante todo aquél tiempo le sirviera para llegar con cierta dignidad al País del Hierro. Los peligros que encontrase por el camino eran otro asunto.
Lloraba.
—Parece que tú tampoco puedes perdonarte... —El bijū se sumergió lentamente en el mar. Si ella no quería pedir ayuda, Gyūki tendría que proporcionársela igualmente...
...al fin y al cabo, su Hermano había comenzado a moverse.
Pero Reiji estaba equivocado. Sí que había alguien con quien él podía contar. Alguien que estuvo ahí en los mejores y en los peores momentos del mayor viaje de su vida. Un viejo amigo, que apareció cuando menos lo esperaba. Un hombre fiel con sus compañeros, un gran hombre...
...sí, él era grande, muy grande. Y su nombre era Akimichi Katsudon.
—¡Oye, Reiji-kun! —Escuchó su familiar voz a sus espaldas—. ¿Qué haces? ¿Estás pescando algo rico para cenar?
Porque Gyūki estaba lejos de allí. Algo había llamado su atención...
· · ·
—¿Sabes que probablemente no te perdonará esto, verdad?
—Cállate.
Yuuna, al mando del Mil y un mares, se alejaba de las costas del Remolino en dirección al noreste. Era la primera vez que manejaba el barco tan lejos, pero confiaba en que lo poco que había aprendido durante todo aquél tiempo le sirviera para llegar con cierta dignidad al País del Hierro. Los peligros que encontrase por el camino eran otro asunto.
Lloraba.
—Parece que tú tampoco puedes perdonarte... —El bijū se sumergió lentamente en el mar. Si ella no quería pedir ayuda, Gyūki tendría que proporcionársela igualmente...
...al fin y al cabo, su Hermano había comenzado a moverse.
· · ·
Pero Reiji estaba equivocado. Sí que había alguien con quien él podía contar. Alguien que estuvo ahí en los mejores y en los peores momentos del mayor viaje de su vida. Un viejo amigo, que apareció cuando menos lo esperaba. Un hombre fiel con sus compañeros, un gran hombre...
...sí, él era grande, muy grande. Y su nombre era Akimichi Katsudon.
—¡Oye, Reiji-kun! —Escuchó su familiar voz a sus espaldas—. ¿Qué haces? ¿Estás pescando algo rico para cenar?
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