6/02/2022, 23:41
Umi entrecerró los ojos en respuesta. No le había gustado nada la contestación de Suzaku.
—Ahí fuera hay gente mucho más fuerte que yo —murmuró Umi, aunque eso era algo que ni siquiera Suzaku ponía en duda. Sólo tenían que mirar a su alrededor, a los últimos sucesos que estaban sacudiendo Ōnindo para darse cuenta de un hecho tan trivial como aquel—. Y ni siquiera has podido alcanzarme a mí todavía.
«Eso tampoco lo dudo.» Respondió la pequeña Uchiha en su mente, apretando las mandíbulas de pura rabia.
—¡Es una muerte segura!
—Puede ser.
—He ganado dinero para las dos, te he cuidado por siempre... ¿y me lo pagas tirando tu vida a la mierda por el símbolo de esta bandana?
—¡No es por un símbolo en una bandana! Es... —exclamó, aferrando con aún más fuerza el mango de su katana.
Pero su hermana mayor no estaba dispuesta a dejarla explicarse. Había sacado uno de aquellos shuriken tan peculiares que tenía, similares a un Fūma Shuriken pero del tamaño de uno normal y con la capacidad de plegarse sobre sí mismo; y comenzó a desgarrar el metal, trazando una línea horizontal lentamente.
—Ingrata.
—¡¡NO!!
Suzaku soltó su espada y arrancó a correr contra su hermana. Si Umi continuaba, terminaría por rajar de parte a parte el símbolo de Uzushiogakure con ese shuriken. Las lágrimas se acumularon en los ojos rubíes de Suzaku, oscuras siluetas dibujándose en recuerdos lejanos que no deseaban salir a la luz. Suzaku saltó para alcanzar a Umi en la rama. Una raja horizontal sobre el símbolo de una aldea en una bandana shinobi era símbolo de exilio, de traición... de condena. ¡No podía dejarle hacer eso! Se abalanzó sobre ella, empujando sus manos contra sus hombros para hacerla caer de su percha, y Suzaku sobre ella.
—¡No es un símbolo en una bandana! —le gritó—. ¡Es mi promesa de protegerte! ¡De protegerlos a todos! ¡Pero especialmente a ti! ¿Por qué no puedes entenderlo? —gimoteó, y agachó la cabeza para que Umi no viera sus lágrimas—. No rajes esa bandana... No te conviertas en una... exiliada... Por favor...
«Sólo te tengo a ti...»
—Ahí fuera hay gente mucho más fuerte que yo —murmuró Umi, aunque eso era algo que ni siquiera Suzaku ponía en duda. Sólo tenían que mirar a su alrededor, a los últimos sucesos que estaban sacudiendo Ōnindo para darse cuenta de un hecho tan trivial como aquel—. Y ni siquiera has podido alcanzarme a mí todavía.
«Eso tampoco lo dudo.» Respondió la pequeña Uchiha en su mente, apretando las mandíbulas de pura rabia.
—¡Es una muerte segura!
—Puede ser.
—He ganado dinero para las dos, te he cuidado por siempre... ¿y me lo pagas tirando tu vida a la mierda por el símbolo de esta bandana?
—¡No es por un símbolo en una bandana! Es... —exclamó, aferrando con aún más fuerza el mango de su katana.
Pero su hermana mayor no estaba dispuesta a dejarla explicarse. Había sacado uno de aquellos shuriken tan peculiares que tenía, similares a un Fūma Shuriken pero del tamaño de uno normal y con la capacidad de plegarse sobre sí mismo; y comenzó a desgarrar el metal, trazando una línea horizontal lentamente.
—Ingrata.
—¡¡NO!!
Suzaku soltó su espada y arrancó a correr contra su hermana. Si Umi continuaba, terminaría por rajar de parte a parte el símbolo de Uzushiogakure con ese shuriken. Las lágrimas se acumularon en los ojos rubíes de Suzaku, oscuras siluetas dibujándose en recuerdos lejanos que no deseaban salir a la luz. Suzaku saltó para alcanzar a Umi en la rama. Una raja horizontal sobre el símbolo de una aldea en una bandana shinobi era símbolo de exilio, de traición... de condena. ¡No podía dejarle hacer eso! Se abalanzó sobre ella, empujando sus manos contra sus hombros para hacerla caer de su percha, y Suzaku sobre ella.
—¡No es un símbolo en una bandana! —le gritó—. ¡Es mi promesa de protegerte! ¡De protegerlos a todos! ¡Pero especialmente a ti! ¿Por qué no puedes entenderlo? —gimoteó, y agachó la cabeza para que Umi no viera sus lágrimas—. No rajes esa bandana... No te conviertas en una... exiliada... Por favor...
«Sólo te tengo a ti...»