7/02/2022, 00:49
(Última modificación: 7/02/2022, 01:02 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Uchiha Zaide actuó rápido. Previendo lo que su réplica estaba por hacer, utilizó su manejo del Elemento Tierra para alzar tanto al Kusajin como a sí mismo por encima del alcance de los dos relámpagos que recortaban la distancia contra ellos, y terminaron por chocar con estruendo contra la roca, partiendo algunos pedazos que terminaron abandonados en la hierba. Ese breve lapso de tiempo le valió a Zaide para liberar a Yota de aquellas molestas ataduras. Ahora sí que estaban en igualdad de condiciones.
Pero mientras el Uchiha le arrojaba las llaves de la libertad al Kusajin, su sombra apareció en el aire frente a él de un salto, con una sonrisa afilada adornando aquel rostro que era suyo en realidad.
—Bu.
Una bocanada de fuego surgió directo de sus pulmones. Una esfera de fuego grande como un sol en miniatura, y que buscaba engullir y reducir a cenizas a su contraparte.
Mientras tanto, el Kusajin saltó de la plataforma. A mitad de camino, sus manos se entrelazaron en una serie de sellos y el sacrificio de sangre invocó a una araña gigantesca, de unos tres metros de diámetro y con marcas atigradas recorriendo todo su cuerpo peludo que le sirvió de montura. Tras un breve intercambio de palabras, la criatura lanzó una llamarada hacia el falso Yota, que esquivó echándose hacia un lado y después hacia delante para volver a recortar algo de distancia entre ambos.
—Ah, sí, nuestras queridas arañas. Amigas inseparables y... fieles —El Yota oscuro soltó una risilla entre dientes—. Pero... ¿hasta cuándo? ¿Cuánto tardarán nuestras amigas las arañas en encontrar otro candidato para firmar el Pacto de Sangre y apuñalarnos por la espalda como hicieron con nuestro padre, eh? ¿Ya lo has olvidado? ¡Yota!
El cuerpo del falso Yota se iluminó durante unos instantes, recorrido por una corriente de chisporroteante electricidad que resonó como el piar de mil pájaros. Con aquel último grito, el Yota oscuro plantó la palma de su mano en la tierra, y un torrente de electricidad se abalanzó sobre el Kusajin y su invocación.
Pero mientras el Uchiha le arrojaba las llaves de la libertad al Kusajin, su sombra apareció en el aire frente a él de un salto, con una sonrisa afilada adornando aquel rostro que era suyo en realidad.
—Bu.
Una bocanada de fuego surgió directo de sus pulmones. Una esfera de fuego grande como un sol en miniatura, y que buscaba engullir y reducir a cenizas a su contraparte.
Mientras tanto, el Kusajin saltó de la plataforma. A mitad de camino, sus manos se entrelazaron en una serie de sellos y el sacrificio de sangre invocó a una araña gigantesca, de unos tres metros de diámetro y con marcas atigradas recorriendo todo su cuerpo peludo que le sirvió de montura. Tras un breve intercambio de palabras, la criatura lanzó una llamarada hacia el falso Yota, que esquivó echándose hacia un lado y después hacia delante para volver a recortar algo de distancia entre ambos.
—Ah, sí, nuestras queridas arañas. Amigas inseparables y... fieles —El Yota oscuro soltó una risilla entre dientes—. Pero... ¿hasta cuándo? ¿Cuánto tardarán nuestras amigas las arañas en encontrar otro candidato para firmar el Pacto de Sangre y apuñalarnos por la espalda como hicieron con nuestro padre, eh? ¿Ya lo has olvidado? ¡Yota!
El cuerpo del falso Yota se iluminó durante unos instantes, recorrido por una corriente de chisporroteante electricidad que resonó como el piar de mil pájaros. Con aquel último grito, el Yota oscuro plantó la palma de su mano en la tierra, y un torrente de electricidad se abalanzó sobre el Kusajin y su invocación.
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