8/02/2022, 23:29
—Bu.
Zaide dio un respingo, sin tiempo a reaccionar; la bola de fuego saliendo de la boca de su oponente. No le quedaba otra que reconocerlo: aquel tío luchaba con estilo. Sus movimientos eran despreocupados y letales al mismo tiempo, precisos como el bisturí de un cirujano pero con la gracia de quien hace un juego de malabares frente a sus amigos. «Joder, menudo ego que tengo. Admirándome a mí mismo en mis quizá últimos minutos de vida».
No tuvo ni que pensar: saltó hacia atrás, llevado por el instinto más primitivo, sin tiempo a formar ninguna técnica salvadora. Por eso, en su lugar, abrió un pergamino frente a la llamarada infernal que se cernía sobre él. Un pergamino con un Suiton sellado: la única técnica de agua que conocía.
El taladro de agua que dejó sin piernas a Daigo salió propulsado del papel, colisionando contra la bola de fuego y formando en el acto una inmensa pared de vapor. Un jutsu más flojo que el otro, pero la ventaja de elemento permitió salir vencedora a la suya, precipitándose hacia el impostor.
El Uchiha, suspendido en el aire, empezó a caer. Su salto atrás había sido largo, sobrepasando a ambos Yotas, y aprovechó para lanzarle un recado a la copia de Yota. Un Dai Shuriken que liberó de su hombro, y que lanzó mientras todavía estaba en el aire, a la espalda del impostor. Un ataque rápido y conciso antes de aterrizar en el suelo. Conociéndose como se conocía, sabía que no le daba tiempo a más, o acabaría muerto. De hecho, aquello ya había sido un riesgo, pero un riesgo que debía correr: necesitaba decantar la balanza de aquel combate cuanto antes para que el kusajin pudiese ayudarle con el suyo.
Zaide dio un respingo, sin tiempo a reaccionar; la bola de fuego saliendo de la boca de su oponente. No le quedaba otra que reconocerlo: aquel tío luchaba con estilo. Sus movimientos eran despreocupados y letales al mismo tiempo, precisos como el bisturí de un cirujano pero con la gracia de quien hace un juego de malabares frente a sus amigos. «Joder, menudo ego que tengo. Admirándome a mí mismo en mis quizá últimos minutos de vida».
No tuvo ni que pensar: saltó hacia atrás, llevado por el instinto más primitivo, sin tiempo a formar ninguna técnica salvadora. Por eso, en su lugar, abrió un pergamino frente a la llamarada infernal que se cernía sobre él. Un pergamino con un Suiton sellado: la única técnica de agua que conocía.
El taladro de agua que dejó sin piernas a Daigo salió propulsado del papel, colisionando contra la bola de fuego y formando en el acto una inmensa pared de vapor. Un jutsu más flojo que el otro, pero la ventaja de elemento permitió salir vencedora a la suya, precipitándose hacia el impostor.
El Uchiha, suspendido en el aire, empezó a caer. Su salto atrás había sido largo, sobrepasando a ambos Yotas, y aprovechó para lanzarle un recado a la copia de Yota. Un Dai Shuriken que liberó de su hombro, y que lanzó mientras todavía estaba en el aire, a la espalda del impostor. Un ataque rápido y conciso antes de aterrizar en el suelo. Conociéndose como se conocía, sabía que no le daba tiempo a más, o acabaría muerto. De hecho, aquello ya había sido un riesgo, pero un riesgo que debía correr: necesitaba decantar la balanza de aquel combate cuanto antes para que el kusajin pudiese ayudarle con el suyo.