15/02/2022, 21:42
(Última modificación: 15/02/2022, 21:43 por Akamatsu Nao.)
Nao escuchó el nombre de la jovencita con cierta sorpresa, puesto que no parecía similar a algo que hubiese escuchado antes. Ni siquiera los nombres raros que leyó en sus libros al respecto del País del Rayo. Tenía ahora muchas ganas de inquirir al respecto, pero en ese momento Lyndis había lanzado la conversación hacia él, por lo que sonrió y negó suavemente con la cabeza.
—¿Es así? Puede que lo enrevesado de mis palabras cause que mis dudas parezcan problemas más serios. Al final de cuentas, sólo son los desvaríos de un genin novato — Apoyó el codo en la mesa, para luego recostar su cabeza en la palma de su mano.
Estuvo atento a las palabras de la kunoichi.
—Supongo que sí, es lo lógico. Se supone que uno acude a personas de confianza. ¿Pero qué pasa cuando no se tiene alguien en quién confiar? — Desvió su mirada hasta la llovizna. —Sin embargo — Volvió a posar sus ojos en la kunoichi. —Si alguien se ofrece a escuchar, ¿por qué no? — Realmente, si quería hablarlo con alguien. —Incluso podría decir que es otra cosa en la que tengo que pensar. Se supone que viene una guerra, ¿qué papel tendrán los genin pequeños en todo esto? ¿Continuar con una vida normal mientras allá fuera reina el caos? ¿Se puede tener normalidad e ignorar las cosas? Estamos aquí mismo tomándonos un té, mientras estas personas han perdido su hogar. ¿Pero podemos hacer algo al respecto? ¿Los pequeños actos hacen una diferencia? — Se irguió, sólo para recostarse en la mesa y cruzar la pierna, levantando la vista al toldo.
—No sé como sentirme. No sé como reaccionar. ¿Sabe algo? El territorio nevado que fue conquistado, solía ser mi hogar. Viví todo mi vida con mi abuelo ahí, hasta el día en que murió. Y aún así, no sé como sentirme. ¿Es melancolía el extrañar la nieve? ¿Se puede sentir apego aún cuando ya no hay nadie que me importe en ese sitio? — Buscó respuestas en la cara de la joven de la hierba, sonriendo. —Lo sé, deben ser preguntas muy tontas.
Él insistía en restarle importancia al asunto.
—¿Es así? Puede que lo enrevesado de mis palabras cause que mis dudas parezcan problemas más serios. Al final de cuentas, sólo son los desvaríos de un genin novato — Apoyó el codo en la mesa, para luego recostar su cabeza en la palma de su mano.
Estuvo atento a las palabras de la kunoichi.
—Supongo que sí, es lo lógico. Se supone que uno acude a personas de confianza. ¿Pero qué pasa cuando no se tiene alguien en quién confiar? — Desvió su mirada hasta la llovizna. —Sin embargo — Volvió a posar sus ojos en la kunoichi. —Si alguien se ofrece a escuchar, ¿por qué no? — Realmente, si quería hablarlo con alguien. —Incluso podría decir que es otra cosa en la que tengo que pensar. Se supone que viene una guerra, ¿qué papel tendrán los genin pequeños en todo esto? ¿Continuar con una vida normal mientras allá fuera reina el caos? ¿Se puede tener normalidad e ignorar las cosas? Estamos aquí mismo tomándonos un té, mientras estas personas han perdido su hogar. ¿Pero podemos hacer algo al respecto? ¿Los pequeños actos hacen una diferencia? — Se irguió, sólo para recostarse en la mesa y cruzar la pierna, levantando la vista al toldo.
—No sé como sentirme. No sé como reaccionar. ¿Sabe algo? El territorio nevado que fue conquistado, solía ser mi hogar. Viví todo mi vida con mi abuelo ahí, hasta el día en que murió. Y aún así, no sé como sentirme. ¿Es melancolía el extrañar la nieve? ¿Se puede sentir apego aún cuando ya no hay nadie que me importe en ese sitio? — Buscó respuestas en la cara de la joven de la hierba, sonriendo. —Lo sé, deben ser preguntas muy tontas.
Él insistía en restarle importancia al asunto.