26/02/2022, 03:33
Zaide se dio cuenta de dos cosas en un intervalo muy corto de tiempo. La primera, una sutileza, perfectamente invisible al ojo común, que diferenciaba a Yota y él mismo de las réplicas. Esa diferencia le dio esperanza, aunque fuese mínima. La segunda, que su réplica era una hija de puta que atacaba por la espalda. O, bueno, por un costado, ya que Yota estaba demasiado pegado al pilar de tierra como para que le atacasen justo por la nuca. Aún así, supo que no lo iba a darse cuenta.
Apenas tuvo unas décimas para decidirse. ¿Avisarle o no? El tiempo pasó y sus labios permanecieron sellados. No, no le avisó, porque de hacerlo su voz delataría su posición al Yota oscuro y le daría una oportunidad a esquivar el Dai Shuriken que le acababa de lanzar. Y eso no era una opción.
Así pues, su estrella dio en el blanco y la de su réplica oscura, milagrosamente, en un blanco distinto. La araña se había interpuesto justo en el último momento para salvar a su invocador. Yota, sin perder un segundo, lanzó sus telarañas seguidas de una corriente eléctrica al Yota oscuro.
Algo le decía que era un error descuidar tanto al Zaide oscuro. Que aquel cabronazo tenía un as bajo la manga, y que estaba a punto de jugarlo. Con la intranquilidad en el cuerpo, hizo caso a Yota. Hizo caso a Yota porque sabia que si eliminaban a la amenaza menor sin desgastarse demasiado la balanza se inclinaría a su favor.
Ejecutó una tanda corta de sellos, y de pronto, la corteza de un árbol salió disparada en forma de cinco prismas presurizadas que buscaron clavarse en la espalda, ambas piernas y cuello del Yota oscuro.
—¡Zaide! ¡Puta copia barata! —rugió, avanzando un par de metros con su ojo sano clavado en él—. ¡Has replicado mi cara, mis gestos! ¡Mis habilidades de combate! ¡Mi puta mente! Pero hay algo que te falta. Una cosa. ¡Solo una!
»Antes de morir, ¿quieres saber cuál es?
Apenas tuvo unas décimas para decidirse. ¿Avisarle o no? El tiempo pasó y sus labios permanecieron sellados. No, no le avisó, porque de hacerlo su voz delataría su posición al Yota oscuro y le daría una oportunidad a esquivar el Dai Shuriken que le acababa de lanzar. Y eso no era una opción.
Así pues, su estrella dio en el blanco y la de su réplica oscura, milagrosamente, en un blanco distinto. La araña se había interpuesto justo en el último momento para salvar a su invocador. Yota, sin perder un segundo, lanzó sus telarañas seguidas de una corriente eléctrica al Yota oscuro.
Algo le decía que era un error descuidar tanto al Zaide oscuro. Que aquel cabronazo tenía un as bajo la manga, y que estaba a punto de jugarlo. Con la intranquilidad en el cuerpo, hizo caso a Yota. Hizo caso a Yota porque sabia que si eliminaban a la amenaza menor sin desgastarse demasiado la balanza se inclinaría a su favor.
Ejecutó una tanda corta de sellos, y de pronto, la corteza de un árbol salió disparada en forma de cinco prismas presurizadas que buscaron clavarse en la espalda, ambas piernas y cuello del Yota oscuro.
—¡Zaide! ¡Puta copia barata! —rugió, avanzando un par de metros con su ojo sano clavado en él—. ¡Has replicado mi cara, mis gestos! ¡Mis habilidades de combate! ¡Mi puta mente! Pero hay algo que te falta. Una cosa. ¡Solo una!
»Antes de morir, ¿quieres saber cuál es?