12/03/2022, 23:03
Revisando entre los paraguas, la sombrillas y los engendros que iban más tirando a simples plásticos adornados con metal, el chico se distrajo lo suficiente como para no darse cuenta de que un tipo se había acercado sigilosamente hasta él. Alarmó al chico con un comentario de lo más curioso para iniciar una conversación, e hizo con eso mismo que el chico casi diese un brinco. El tipo, hasta más alto que Hayato, y de al menos diez años más, comentó que las gotas ya parecían haber calado. La verdad, razón no le faltaba. La lluvia había calado ya hasta en los huesos. Con ello, rio con su propia ironía, en una espeluznante sonrisa.
Con parsimonia, el tipo agarró un paraguas de esos que parecían para personas pequeñas, de los que van plegados y se estiran rápidamente. Con el paraguas entre manos, tomó las confianzas de posar su otra mano sobre la espalda del Senju, en lo que le seducía con la idea de tomar ese paraguas. El chico no pudo evitar mostrar un tanto de desconfianza, o más bien de recelo a las confianzas que el tipo se había tomado.
«¿Acaso se toman esas confianzas con todo extranjero por aquí? ¿O simplemente es el vendedor y quiere engatusarme para que le compre éste?.»
Observó por un instante el susodicho paraguas, mas no tardó en apartarse un poco —lo suficiente para evitar el contacto físico— y tomar otro de un paragüeros cercano. Éste lucía mucho más robusto, de madera negra y de una tela rojiza bien engarzada a una base metálica. —Lo siento, pero creo que éste es mejor. Además, vale casi la mitad que ese, y parece más resistente. —Contestó, intentando ser políticamente amable. Después de todo, no era más que un extranjero en esas tierras mojadas.
»¿Es usted el dueño de la tienda?
Con parsimonia, el tipo agarró un paraguas de esos que parecían para personas pequeñas, de los que van plegados y se estiran rápidamente. Con el paraguas entre manos, tomó las confianzas de posar su otra mano sobre la espalda del Senju, en lo que le seducía con la idea de tomar ese paraguas. El chico no pudo evitar mostrar un tanto de desconfianza, o más bien de recelo a las confianzas que el tipo se había tomado.
«¿Acaso se toman esas confianzas con todo extranjero por aquí? ¿O simplemente es el vendedor y quiere engatusarme para que le compre éste?.»
Observó por un instante el susodicho paraguas, mas no tardó en apartarse un poco —lo suficiente para evitar el contacto físico— y tomar otro de un paragüeros cercano. Éste lucía mucho más robusto, de madera negra y de una tela rojiza bien engarzada a una base metálica. —Lo siento, pero creo que éste es mejor. Además, vale casi la mitad que ese, y parece más resistente. —Contestó, intentando ser políticamente amable. Después de todo, no era más que un extranjero en esas tierras mojadas.
»¿Es usted el dueño de la tienda?