13/03/2022, 13:15
El hombre no intentó de convencer en primer instancia al chico sobre el artilugio amarillo, y hasta lo volvió a meter en un forro y lo dejó apoyado justo donde había estado antes. Tras ello, contestó que era el dueño de la tienda, entre otras cosas. Ésto no llegó a extrañar demasiado a Siete, pues él mismo era shinobi y otras muchas cosas; como dueño de un local, ex-vendedor de opio, miembro de una banda...
—Entiendo.
El hombre, deshizo su sonrisa y se acercó al chico, observando el paraguas que llevaba, el que afirmaba querer comprar. Tras unos instantes de observación meticulosa, volvió a retomar esa amable sonrisa, y confirmó que si podía cargarlo y tenía el dinero, entonces era suyo. Hayato volvió a observar el susodicho paraguas, y estaba completamente seguro. Volvió su mirada al hombre, y éste volvió a insistir. No había devoluciones, era la política de la tienda. Pero a decir verdad, era la política de muchas tiendas, no solo de ésta.
—Sí, prefiero éste, señor. —Confirmó en lo que sacaba la cartera, y de ésta un par de billetes. —Aquí tiene.
¿Qué más añadir? Parecía todo estar correcto, y hasta parecía un buen negocio. Bueno, un buen negocio para el hombre, pues para el Senju era un gasto totalmente lacroso. No había nada que le molestase más al Senju que gastar en vano, y más cuando ese paraguas iba a tener menos uso que un Kusajin en un romance. Si el hombre daba su beneplácito, el trueque habría terminado. De ser otra urbe, de seguro Siete habría intentado regatear el precio. Pero no en ésta urbe, ni en ésta situación diplomática que traía consigo.
Ahora solo quedaba esperar al Uzukage, que tras la reunión había ido a hablar con sus amigotes, dejándolo de lado. Tan solo esperaba que no le metiesen una de esas mariposas por donde nunca le da el sol.
—Entiendo.
El hombre, deshizo su sonrisa y se acercó al chico, observando el paraguas que llevaba, el que afirmaba querer comprar. Tras unos instantes de observación meticulosa, volvió a retomar esa amable sonrisa, y confirmó que si podía cargarlo y tenía el dinero, entonces era suyo. Hayato volvió a observar el susodicho paraguas, y estaba completamente seguro. Volvió su mirada al hombre, y éste volvió a insistir. No había devoluciones, era la política de la tienda. Pero a decir verdad, era la política de muchas tiendas, no solo de ésta.
—Sí, prefiero éste, señor. —Confirmó en lo que sacaba la cartera, y de ésta un par de billetes. —Aquí tiene.
¿Qué más añadir? Parecía todo estar correcto, y hasta parecía un buen negocio. Bueno, un buen negocio para el hombre, pues para el Senju era un gasto totalmente lacroso. No había nada que le molestase más al Senju que gastar en vano, y más cuando ese paraguas iba a tener menos uso que un Kusajin en un romance. Si el hombre daba su beneplácito, el trueque habría terminado. De ser otra urbe, de seguro Siete habría intentado regatear el precio. Pero no en ésta urbe, ni en ésta situación diplomática que traía consigo.
Ahora solo quedaba esperar al Uzukage, que tras la reunión había ido a hablar con sus amigotes, dejándolo de lado. Tan solo esperaba que no le metiesen una de esas mariposas por donde nunca le da el sol.