16/03/2022, 01:40
El tipo seguía sentándosele un tanto extraño, por no decir mucho. Y por más que trataba de entenderlo, el Uzujin se hallaba aún más perdido. No tenía ni la más remota idea sobre de qué palo iba ese tipo, pintoresco y sonriente. Aceptó el dinero, y en vez de guardarlo donde debía: en la caja; el tipo sacó su billetera y se lo guardó, un detalle de lo más singular y extraño. En todo establecimiento hay cajas registradoras, o al menos una caja fuerte o un mero cubo donde dejar todo el ingreso para poder sacar números al final de la jornada. Además, ¿acaso no necesitaba de una para después tener cambio en otras compras?.
«Qué extraño...»
Para rematar la faena, cuando el tipo volvió a hablar trató a Siete de kusajin. De KUSAJIN. ¿¡DE KUSAJIN!?
«¿¿¡¡EN SERIOOOOO!!??»
Pero antes de que Hayato blasfemase en las tetas de Amateratsu, en la golondrina de Kami-sama, o en la coronilla de Buda, el tipo pareció de percatarse de algo fuera y sentenció que tenía que cambiar un cartel fuera. El tipo tenía que cambiar un cartel de fuera, y se marchaba sin siquiera pillar un rotulador, o alguna herramienta o papel nuevo. Era el colmo de los colmos, ¿en qué leches pensaba ese tipo tan raro?.
El hombre apresuró su paso, incluso más que hayato, y antes de salir se topó con un hombre canoso y robusto, con el cuál intentó pasar a su lado. Y de nuevo, un detalle de lo más extraño, un saludo con desdén. Ni se molestaba en decirle que esperase un momento en lo que cambiaba el cartel, o simplemente le decía que enseguida le atendía, o algo... ¿Acaso no era otro cliente?.
El Senju ni se lo pensó, en su vida le habían engañado mil veces. Y había logrado identificar otras muchas antes de que le pillasen. Después de todo, era un negociador nato, y su turbio negocio había tenido muchos problemas iniciales, y no tan iniciales. Apenas estuvo el supuesto dueño de la tienda pasando al lado del canoso, Hayato aceleró el paso bruscamente. El recién llegado comenzó disculpándose, adjuntando que hubo una emergencia. Y no le hicieron falta muchas más palabras, apresuró a sostener el paraguas entre el brazo y el torso en lo que corría hasta el umbral de la puerta, enlazando un único sello. Un torrente de fuego saldría desde el suelo buscando cercar rápidamente al supuesto dueño de la tienda, el cuál estaría tratando de alejarse furtivamente en vez de cambiar el cartel.
No habría tiempo para que ese hombre se escapase, el Senju estuvo alerta por tanta extraña actitud, y tampoco es que hubiese estado muy alejado de la puerta. El trámite había acabado con el supuesto dueño, no tenía más razones para deambular dentro.
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«Qué extraño...»
Para rematar la faena, cuando el tipo volvió a hablar trató a Siete de kusajin. De KUSAJIN. ¿¡DE KUSAJIN!?
«¿¿¡¡EN SERIOOOOO!!??»
Pero antes de que Hayato blasfemase en las tetas de Amateratsu, en la golondrina de Kami-sama, o en la coronilla de Buda, el tipo pareció de percatarse de algo fuera y sentenció que tenía que cambiar un cartel fuera. El tipo tenía que cambiar un cartel de fuera, y se marchaba sin siquiera pillar un rotulador, o alguna herramienta o papel nuevo. Era el colmo de los colmos, ¿en qué leches pensaba ese tipo tan raro?.
El hombre apresuró su paso, incluso más que hayato, y antes de salir se topó con un hombre canoso y robusto, con el cuál intentó pasar a su lado. Y de nuevo, un detalle de lo más extraño, un saludo con desdén. Ni se molestaba en decirle que esperase un momento en lo que cambiaba el cartel, o simplemente le decía que enseguida le atendía, o algo... ¿Acaso no era otro cliente?.
El Senju ni se lo pensó, en su vida le habían engañado mil veces. Y había logrado identificar otras muchas antes de que le pillasen. Después de todo, era un negociador nato, y su turbio negocio había tenido muchos problemas iniciales, y no tan iniciales. Apenas estuvo el supuesto dueño de la tienda pasando al lado del canoso, Hayato aceleró el paso bruscamente. El recién llegado comenzó disculpándose, adjuntando que hubo una emergencia. Y no le hicieron falta muchas más palabras, apresuró a sostener el paraguas entre el brazo y el torso en lo que corría hasta el umbral de la puerta, enlazando un único sello. Un torrente de fuego saldría desde el suelo buscando cercar rápidamente al supuesto dueño de la tienda, el cuál estaría tratando de alejarse furtivamente en vez de cambiar el cartel.
No habría tiempo para que ese hombre se escapase, el Senju estuvo alerta por tanta extraña actitud, y tampoco es que hubiese estado muy alejado de la puerta. El trámite había acabado con el supuesto dueño, no tenía más razones para deambular dentro.
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