17/03/2022, 22:57
Nao se levantó. Era su jurisdicción, para su tristeza.
El sujeto en este caso parecía mucho más violento y había levantado al que atendía. Nao notó que no iba a ser tan fácil razonar con un bravucón. Podía esperar alguna clase de charla más civilizada con un shinobi de otra aldea, pero este tipo de por sí no parecía precisamente un civil común. Tomó entonces una decisión: empezar directamente con la artillería pesada.
Puso la mano en el hombro del sujeto, pero la alejó de inmediato, hizo un sello. El sujeto se vio forzado a soltar al dueño del local mientras un montón de marcas extrañas subían y aparecían en el cuerpo del sujeto, quién de pronto estaba quieto, como atrapado en la pose de una estatua.
—No quién sea, ni los motivos que lo trajeron aquí. No me interesa realmente el motivo de la rencilla, pero mi trabajo, es velar por la paz. Una paz, que se ha visto perturbada por aquí — Afiló su mirada, con ojos juzgantes y amenazantes. Tal vez fuera más pequeño, pero tenía la ventaja de haberlo dejado lo suficientemente vulnerable para que pudiera jugar mejor con él de forma psicológica. —Odio muchísimo las riñas por tonterías. ¿Así que podrían largarse...?
—¡Dé-déjame ir! ¡No, no haré nada! ¡Pero déjame ir! — suplicó el grandote.
Nao sacudió el pincel en su boca, y las misteriosas marcas desparecieron.
El sujeto casi calló el piso y luego corrió junto a sus acompañantes.
Pero Nao no estaba tranquilo, y miró de nuevo al dueño del local.
—Que no se vuelva a repetir. Sólo he ayudado porque al final de cuentas soy un shinobi de Amegakure, pero no estoy para resolver problemas en los que usted mismo se ha metido por sus acciones. La próxima vez no habrá nadie. Así que mejor mida las consecuencias — Lo miraba altivo y severo.
El sujeto en este caso parecía mucho más violento y había levantado al que atendía. Nao notó que no iba a ser tan fácil razonar con un bravucón. Podía esperar alguna clase de charla más civilizada con un shinobi de otra aldea, pero este tipo de por sí no parecía precisamente un civil común. Tomó entonces una decisión: empezar directamente con la artillería pesada.
Puso la mano en el hombro del sujeto, pero la alejó de inmediato, hizo un sello. El sujeto se vio forzado a soltar al dueño del local mientras un montón de marcas extrañas subían y aparecían en el cuerpo del sujeto, quién de pronto estaba quieto, como atrapado en la pose de una estatua.
—No quién sea, ni los motivos que lo trajeron aquí. No me interesa realmente el motivo de la rencilla, pero mi trabajo, es velar por la paz. Una paz, que se ha visto perturbada por aquí — Afiló su mirada, con ojos juzgantes y amenazantes. Tal vez fuera más pequeño, pero tenía la ventaja de haberlo dejado lo suficientemente vulnerable para que pudiera jugar mejor con él de forma psicológica. —Odio muchísimo las riñas por tonterías. ¿Así que podrían largarse...?
—¡Dé-déjame ir! ¡No, no haré nada! ¡Pero déjame ir! — suplicó el grandote.
Nao sacudió el pincel en su boca, y las misteriosas marcas desparecieron.
El sujeto casi calló el piso y luego corrió junto a sus acompañantes.
Pero Nao no estaba tranquilo, y miró de nuevo al dueño del local.
—Que no se vuelva a repetir. Sólo he ayudado porque al final de cuentas soy un shinobi de Amegakure, pero no estoy para resolver problemas en los que usted mismo se ha metido por sus acciones. La próxima vez no habrá nadie. Así que mejor mida las consecuencias — Lo miraba altivo y severo.